Un pájaro rojo


Un pañuelo blanco acaba de caer en el piso. Ella se agacha para recogerlo y se lo entrega. De pronto, se miran a los ojos. Y ocurre lo imprevisible. Sus ojos son como lotos suspendidos en las inmóviles aguas de un estanque en el que ambos flotan.

La calma los invade, como cuando uno mira las luciérnagas al anochecer. Él le dice ―gracias. Ella sonríe, saliendo apenas del estupor. Es como si él pudiese percibir todo lo que ella está sintiendo. Como si la conociera de otras vidas y esa sutil percepción los envolviera un mismo espejismo. Han entrado, en cuestión de segundos, en la sensación de liviandad de los que ya no buscan.

Él le pregunta ― ¿cómo te llamas?

Sus vellos se han erizado solo por escuchar su voz. Qué extraña sensación, es como si este encuentro estuviera pautado por alguna diosa invisible del amor inesperado. ―Sofía ―responde ella.

―Eres amante del saber ―dice él, mirándola profundamente.

―Sí, seguro ―responde ella, casi no pudiendo sostener la mirada.

― ¿Qué quisieras saber ahora? ―le pregunta él.  

― ¿Quién eres? ―dice ella.

― Soy Ariel. Pero, por ahora, mientras no me conoces, soy lo que tú imagines. ¿Qué imaginas que soy?  

― Imagino eres un pájaro rojo, como aquel que un día vino a posarse en mi ventana cuando estaba más triste, y me recordó que aún hay belleza en el mundo ―dice ella.

― Entonces, soy tu pájaro rojo. Y cada mañana vendré a tu ventana a recordarte que la belleza está dentro de ti. ¿Quieres tomar algo?

― Sí, claro. Un café, por favor.

Él pide el café y se sientan aún mirándose de manera intensa.

― Tus ojos me recuerdan a algo que no sé definir ―le dice él.

― Intenta definirlo, le pide ella.

― Puede ser que a los ojos de la mujer que veo en los sueños, y no sé quién es.

― ¿Cómo es ella?

― No puedo ver su forma, su cuerpo es evasivo, aparece como entre neblina. Pero son sus ojos lo que alcanzo a ver, y despierto con esa mirada. Es tan intensa e inolvidable. Me sigue incluso mientras voy al trabajo. La llevo conmigo todo el día y duerme sobre mí. A veces, me parece que cuando me miro al espejo, es ella la que me mira en mi propio reflejo. Si siento que su mirada se me escapa, yo trato de retenerla, porque esa mirada me recuerda que alguien, aunque sea en mis sueños, me ama. Ahora siento en tus ojos esa misma mirada.

Entonces, suena el despertador. Ariel se despierta y ve a un pájaro negro que se ha posado en su ventana. ―No es rojo ―se dice―. Pero sí es pájaro. Se sienta confundido en la cama, y la mirada de la mujer insiste en permanecer intacta en su visión interior. ―Es ella, la mujer que me ama. Es la mujer que me espera. Volveré esta noche a buscarla en los sueños.

Se levanta y se alista para salir al trabajo. Se ducha, se viste, desayuna, toma su portafolio y mete en él todos los papeles que necesita. Debe apurarse, o perderá el tren de las 8.33. Entonces, recuerda una parte de su sueño. ― Esta rutina no tiene sentido ―le dice la mujer―. Así nunca vas a encontrarme.

― ¿Cuándo me dijo eso? ―se pregunta Ariel. No lo recuerda. Pero esas palabras, sin duda, se las dijo ella. Y ella solo está en sus sueños.

Ariel toma el tren, y las palabras de la mujer se repiten en su mente. Es como si nunca hubiese despertado. ¿Sigue en la cama? Tiene que despertarse. Así que se pone los audífonos y empieza a escuchar música para distraer sus pensamientos. Cuando llega a la estación Alcorta, se baja del tren, como todos los días. Se saca los audífonos y sube por las escaleras un poco pestilentes que dan a la calle Matisse. Se saca los audífonos. Debe caminar tres cuadras para llegar a su oficina. Antes, pasará a comprar unos pancitos dulces para compartir con sus colegas. Llega a la panadería y ve que está cerrada. Luego, mira a la calle, y ve que casi no hay autos ni gente caminando. ― ¿Qué está pasando?  ―se pregunta.

Entonces, recuerda otra parte del sueño. Ella le dice: ―parece que me obligarás a cambiarte la rutina, así podrás encontrarme.

― Pero ¿en qué momento ella dijo eso? ―vuelve a preguntarse. No hay respuesta. Camina en dirección a la oficina. De pronto, empieza una ventisca y el frío aumenta tanto que Ariel se pone la capucha de su campera. Las hojas de los árboles, cafés, solitarias, rotas, empiezan a volar por los aires. La voz de la mujer se repite en su cabeza, diciéndole frases sueltas. Le dice: ― tu vida cambiará. Será para que se cumpla nuestro anhelo de encontrarnos―. También le dice: ― ya estuvimos juntos y me perdiste. No vuelvas a perderme―. Y le dice: ― un día fuiste mi pájaro rojo. Quiero que vuelvas a serlo.

Ariel camina más rápido, intentando evadir la voz en su cabeza. Antes amaba escucharla, sentirla, pero ahora, le empieza a asustar no poder distinguir qué es sueño y qué es realidad. Es inútil. Entonces, ve a lo lejos un camino de árboles que jamás ha visto. Se supone que todo es cemento y calles adoquinadas. ― ¿De dónde salieron estos árboles? ―se pregunta, y ahora duda de que esté caminando hacia la oficina. Parece haberse perdido. Tal vez, fue la ventisca. Entonces, con apuro, saca su teléfono de su portafolio para ver la fecha. Es domingo 22 de septiembre. En su mente, la voz de la mujer le dice: ― hoy es el día en que nos vamos a reencontrar. Prepárate, mi amor.

― Pero si, antes de salir de casa, era lunes 21 de septiembre. ¿Cómo puede ser ahora domingo 22? No tiene sentido. Ayer fue domingo 20 ― se dice Ariel―. Hoy debería ser lunes 21.

Se siente mareado, como si su mente le estuviera fallando, volviéndose en su contra. Deseó tanto conocer a la mujer de sus sueños que ahora debe estarse volviendo loco. La idealizó durante años, creyendo que las mujeres que aparecían en su vida no eran dignas de él, que ninguna era perfecta. Dejó de salir con otras mujeres para esperarla, y entonces empezó a soñar de una manera constante, repetitiva, obsesiva, con ella. Pero ella nunca se mostró. No podía determinar su rostro ni su cuerpo, tampoco su piel ni sus manos. Solo podía ver sus ojos, y también escuchar sus muchas frases que se sucedían una tras otra, ahora, sin control, en su mente.

― Lo sabes, Ariel, es el momento del encuentro ―le dice la voz femenina en su cabeza. Entonces, Ariel ve los árboles. Ya está en el camino desconocido, entre aquellos troncos gruesos de copas altas que jamás ha visto camino a su oficina. Decide sentarse, arrimado a uno de esos árboles, para ver si se le pasa el mareo.

― Mi amor ¿estás listo? ¿realmente lo estás?  ―le pregunta la mujer.

― ¡Sí, estoy listo! ¡Aparece de una vez! ― grita Ariel al viento.

Entonces, despierta. Está sudando frío y su mente es un torbellino.  

Abre los ojos, y ve que hay un pájaro rojo en su ventana. Mira el reloj y ve que son las nueve y quince de la mañana del domingo 20 de septiembre. Se vuelve a dormir.

Del tintero del salmista


Escribí este poemario, en máquina de escribir, cuando tenía 19 años. Es uno de los 4 poemarios que conforman el libro «Versos desordenados por el silencio», que reúne 1.500 versos. Con este libro, que nunca fue publicado, gané el segundo lugar de la Bienal de Poesía Ecuatoriana, Ciudad de Cuenca, 1999. Está inspirado en la visión intuitiva que, por entonces, tenía del Creador y mi búsqueda de una conexión con esa presencia. He recuperado y transcrito estos textos como un recordatorio de aquellas antiguas visiones de mi alma. Lo he incluido en el apartado de «Poesía Mística».

“Y el resplandor fue como la luz:

Rayos brillantes salían de su mano

Y ahí estaba escondido su poder.

Se levantó y midió la tierra; miró

E hizo temblar a las gentes.

Los montes antiguos fueron desmenuzados

Los collados antiguos se humillaron.

Sus caminos son eternos”.

Oración del profeta Habacuc

I

Mis pasos hicieron que mi noche llegase

Fui adicta a la canela y a las pulseras de colores

Mis telarañas visuales me reflejaban

Un firmamento en forma de marejadas de espanto

Múltiples rocas dispersas entre la espuma

Mi alma atravesada por las agujas del tiempo

En mi cuerpo no existían claraboyas

Todo me negaba ver la luz

Los años borrarán mi soledad,

                              Solía pensar

El tiempo acabará con las letras

Que me conforman

Tu voz, en palpitante cercanía

Desenterró mis restos y mi arcilla

Borró mi nombre los obituarios

                            Para siempre

Pasaste junto a mí y dijiste ¡Vive!

Lavaste mis heridas con el jugo de tu vid

En medio de estos tiempos

Tú viniste para quitar la inundación de mi cuerpo

Es amarga la voz el mundo

Días de angustia y de aprietos

De asolamiento y de oscuridad

Muchos días y más días nublados

Y de entenebrecimiento

Con ira has hollado la tierra

Me estremezco y mis labios tiemblan

Viendo tu poder

Cercano está el día grande

Ni la plata ni el oro librarán a los inicuos

Andarán como ciegos y su sangre

Será como polvo

Mas tú me protegiste

Aunque la higuera no florezca

Ni existan más el sol o la noche

Mis pies estarán firmes

Y aún con linterna buscaré tu rostro.

II

Yo vivo en una ciudad fortificada

Con muros altos y muchos callejones

Pero sitiada por la desolación

Nadie puso sobre mi ciudad

Nacida de agua dulce y salada

Joyas ni vestidos de seda

Nadie la atavió con adornos ni brazaletes

Mi ciudad no fue lavada en su nacimiento

Ni le fue cortado el ombligo

No hubo ojo que se compadeciera de ella

Sino que fue menospreciada

Y entregada a estafadores religiosos

Nació sucia y creció desnuda

La desnudaron manos amantes de su oro

Todos robaron algo de ella

En sus plazas se levantaron imágenes de hombre

Y la ciudad fornicó con ellas

Sus hijos e hijas fueron entregados con ofrendas

Su corazón es inconstante, porque nunca

Fue educada

Como una mujer adúltera en lugar de a su marido

Recibe a ajenos

Mi ciudad no se llama Jerusalén

Pasa, dios de la matriz fértil

Y viste a mi ciudad desnuda

Hazla hermosa y tuya

Ponle collares en el cuello y zarcillos

En sus orejas

Y una hermosa diadema en su cabeza

Te invito a mi ciudad, señor de los pueblos.

III

Hacedor del soplo en mi nariz

Y los contornos a la deriva

Me creaste hace veinte millas cósmicas

Corté mi respiración sin preguntar nada

He deambulado por desiertos

De espinosos crucifijos

Vagado por ondas creadas por tus pisadas

¡Cuántas distancias recorrí

hasta llegar a tu rostro!

Desnuda y hambrienta de tu palabra

Apresa mi corazón por última vez

Pon en mi dedo el anillo de tu fidelidad

Tú eres el único que me libra

De mis sombras y desafueros

De todo me puedo desasir, menos de mi alma

¡Qué hermosas son las sandalias que me diste

Para ir en pos de tu nombre!

IV

Esperaré aquí sentada

A que la última lluvia se lleve mi rostro

Alcé mi cabeza

Y abrí mis puertas

Me despojé de mi edad

Y de mis libros

Tinieblas y luz

Son hermanas delante de ti

Despierto, y aún estás conmigo

No como el amante

Que me dejó después de mi última muerte.

V

Mi padre y mi madre

En tu portal me abandonaron

Saliste y me pusiste nombre

¿Por qué uno tan gastado?

Hubiera preferido llamarme Selah o Alef

Nómbrame como quieras

Dálet, Vau, Tasde,

Piedra, monte, mujer

Alcé mis manos y fueron amadas por ti

Te entregué el polvo de mi cuerpo

En el agujero de la peña lo escondiste

Reconstruiste mi templo

Con la miel de tu panal

Y la sal del alfolí

Aunque la visión tardará por llegar

Aún por un tiempo

Todo se apresura hacia el fin

Sobre mi guarda estaré

Esperando a que el Sol y la Luna

Se paren en su lugar

Y el abismo dé su voz.

VI

Las aguas han entrado hasta el alma

Inundación y sumergimiento

Hundido hasta el fondo está mi rostro

Mis ojos desfallecieron

De tanto buscar tu Espíritu

Estoy anegada, cubierta toda

Con cieno y aguas de confusión

Tu serás mi Redentor

Haré memoria de tu justicia

Porque los hombres taparon la boca

Del pozo

Y oscurecieron aún más mi vista

Mi tropiezo para ellos es canto

De bebedores.

VIII

Las lunas nuevas y viejas

Las fiestas carnavalescas, los brazaletes

Y amuletos

Manos alzadas a hombres

Y pirámides de cemento

Te pido perdón Señor

Estás cansado de soportar nuestros insultos

No te sirven nuestros deseos de buena

Voluntad

Como la nieve serán emblanquecidos

Y como la lana

Los que quisieran oír tu voz

Déjame comer de tu mano el pan de tu

Heredad

Porque la plata de los hombres es escoria

Que llaga la piel

Y su sidra ha sido mezclada

Para maldad

Todos usan el soborno y se adiestran como

Animales para matar

Creen en agoreros y ovnis

Pero yo creo en ti

Quiero llamarte Ishi

Consuelo y descanso

Nuestros padres pecaron y murieron

El aliento de nuestras vidas no se

Ennegrecerá

Las piedras del santuario están esparcidas

Por las encrucijadas

De todas las calles

Es tiempo de recogerlas para ti.

IX

Por estos días los hombres buscan la vida

Sin hallarla

Porque la vida se les escondió

Porque confías en tu soledad diciendo

“Nadie me verá”

Tu oscura filosofía te engañó al decirte

“Tú y nadie más”

Ninguno está solo

Todos necesitamos de luz

Pon tu rostro como un pedernal

Y no habrá quién contienda contigo

Todos los sueños se envejecerán como

                                         ropa de vestir

y serán comidos por la polilla

Es igual estar muerto que ser vano

                                     de pensamiento

¿De dónde sacaste el oro y la grana

para hacerte tus dioses?

Te los echaste al hombro

Y los contemplaste largo rato

Les gritaste y no respondieron

Acuérdate de lo pasado y de lo antiguo

Para que no yerres nuevamente

La vida no se escondió en la madera

                                      Ni en el papel

Se escondió en la misma vida

Que fue desde el principio

En el que habló e hizo

En el primero y también último.

X

Aún el polvo de mis huesos te llama

Mi delicadeza te diera por un grano

                                          De tu fuerza

Clamé a tu nombre diciendo

¡Eli, Eli, lama sabajtani!

De pronto, tu voz inundó

Mi incertidumbre

Y aparecí recostada en tu redil

Pastor de ovejas desvanecidas

Y hambrientas de justicia

En mi huida coseché mucho frío

Y signos de interrogación por doquier

A ti no te importó mi pasado

Solo quisiste secar mis lágrimas

Y hacerme descansar en tu cobijo

Del trono a la cruz descendiste

Por hombres indolentes

Aún sin cielo te creería

Y aún sin pies iría tras de ti.

XI

El crisol prueba la plata

Y la hornaza el oro

¿A mí quién me probará?

¿Acaso serás tú, madrugador de la mañana?

Quisiera no tener consciencia

Esa palabra insípida y sádica

Siempre juega conmigo

Me examina, me hurga, me entristece

Nunca se va

Es más fuerte que un tatuaje

                               En los años

Es mi sello

Mi enemiga y mi madre al mismo tiempo

El oído que me oye y el ojo que me ve

Eres tú

Como rugido de león es tu voz

Me estremece

Hace que esconda mi desnudez

                                         Impura.

¿Quién podrá decir:

Yo he limpiado mi corazón

Palabras falsas y vanas

En el poder de la lengua están la vida y

                                                 La muerte.

XII

Todos pecamos, pueblo de dura cerviz

Sepulcros blanqueados

Hijos sin padre y sin patria

¿Le diste alguna vez a tu prójimo

                                     De tu vino

para ver su desnudez?

¿Te acostaste alguna vez con la mujer ajena?

¿Salió de tu boca el cianuro de la mentira?

Lo primero es sentir que se avecina el dolor

Todos sufrimos, pueblo olvidado

Sepulcros removidos

Hijos pródigos y sin esperanza

¿Le diste alguna vez las gracias a tu hermano

por olvidar tus errores?

¿Te acostaste alguna vez con fe

                        en lo que se avecina?     

¿Salió de tu boca el antídoto de la mentira:

el perdón?

He invocado tu nombre

Por penúltima vez

Desfallezco sin saber mi sentencia

No tardes

Recoge estos harapos

Antes de que la muerte vuelva. 

XIII

Conozco filisteos de fin de siglo

Enormes gigantes llenos de pelos

En cada uno guardan una rencilla

Y una venganza

Hace más de dos mil años nacieron

Y siguen igual

Ahora visten distinto

Pero la podredumbre va por dentro

Sé de fariseos que recitan catecismos

De memoria

Alucinados con la venida del antiCristo

Sueñan con beatificaciones de apóstatas

Y escribas

Príncipes sempiternos en su mentira

Se saben muertos

Por eso hablan a las piedras bruñidas

Frías bazofias

La palingenesia del bien es eterna

Es ascua sagrada para las mentes escogidas

Y las pupilas de oro

Feliz tú

Que te extasías contemplando un crepúsculo

O cimbras en una tempestad

Los ídolos y el fanatismo están condenados

A ser segados en el tiempo de la siega

Por el dueño de la hoz

Pero el hombre de fe

Aunque esté muerto

Olvidará las sepulturas terrenales

Y vivirá sin ser quebrantado.

LA CAÍDA DEL MUNDO NO ES LA CAÍDA DE LA TIERRA


⭐️🌟✨🌎⭐️🌟✨🌎

El mundo arde en las llamas antiguas de su propia maldad

El karma colectivo pisa los pies de los que no supieron oír

La Luz irradia poderosos rayos que encandilan los ojos

Los ciegos ven y tropiezan los incrédulos

El llamado a despertar es urgente

―Compasión y Perdón

A los corruptos se les caen las máscaras,

sus vergüenzas son expuestas a los cuatro vientos

Perseguidos ellos, sus mujeres, sus hijos y sus nietos

Los religiosos muestran sus colmillos ensangrentados

―Sangre de niños inocentes

Son los adoradores de Moloch, que huyen en estampida

―Van por ellos

Ha llegado la hora de pagar las cuentas en el lago de fuego

Todo dios será derribado de sus altares

―Se termina la idolatría

Los estertores de las grandes ciudades

me llegan a través de cables

Las ratas bailan desnudas detrás del Flautista

―Sus conciertos se llenan

Veo gente quemando lo que antes desearon comprar en las tiendas

Destruyen todo, llenos de ira, de hambre y deseos de venganza

Sin gas, sin energía, sin comida, ya no tienen nada que perder

Veo risas congeladas en los rostros de los niños de cristal

Escucho llantos de gente despistada en medio del incendio

Sus jaulas han sido quemadas

―Ahora son libres, pero no lo saben

Le temen al vacío ―Necesitan del ruido, las instrucciones y las rejas

Muchos salen de sus cuerpos y levitan

―Buscan una guía, una puerta

Desde la distancia, desde la montaña, desde la nada

Miro la caída de las sombras,

el colapso del milenario engaño

Sentada en un viejo cojín mullido, en pantuflas, en silencio

Mientras bebo a sorbos una infusión de manzanilla y canela

Observo el colapso con una calma intensa

Los gritos del mundo cesan entre los árboles

Me levanto, camino, avanzo al río

― Alivio y desapego

Los eucaliptos se remecen con los vientos del norte

Las ardillas corretean, mientras chillan como puertas viejas

Las rápidas aguas se diluyen entre piedras poliformes

En las ramas con pequeñas agujas,

las naranjillas maduras se ofrecen

Es Luna Llena, momento de recolectar los frutos

―Gratitud y Abundancia

En los árboles de troncos delgados,

los limones gordos piden soltarse

Frambuesas silvestres me salen al paso

Y bebo de los maracuyás que caen de las enredaderas

―Belleza y Exuberancia

Todo está vibrando, todo se entrega

―Generosidad y Armonía

Canta la existencia en cada flor, en cada fruto, en cada semilla

La canción del corazón que se renueva de vez en vez

La caída del mundo no es la caída de la Tierra

La Tierra prevalecerá como siempre lo ha hecho,

Y también lo harán quienes dentro de ella se protejan.

Testimonios sobre el Taller y las Sesiones individuales de Escritura Introspectiva


«El taller de escritura introspectiva con Marcela Noriega ha sido un espacio de auto-aprendizaje radical hermoso, sutil, contundente y revelador.

Desde el primer momento su voz que porta saberes que se nota provienen de muchas fuentes han habilitado en mí una escucha amplia: escucha hacia ella, hacia lo que porta, pero también hacia mí misma y -por ende- hacia la vida manifestándose en su gran potencia.

Su caja de herramientas escriturarias producen que se abra una conexión entre muchas capas del ser y generan un desvelamiento insólito lleno de amorosidad.

Siento en 3 sesiones que he tenido con ella un proceso de calma, de reconocimiento, de salida de un sistema de pre-juicios y pre-ocupaciones para ir hacia un modo de habitar el presente en su singularidad y en su profunda conexión con el pasado y el porvenir, sabiendo que es el instante revelador lo que genera esos alumbramientos con otras capas del tiempo.

Lo que más me asombra de todo esto es la suave transformación que va obrándose: no hay dramas, no hay shock, el ser halla su eje sin sobresaltos. Asimismo, la escritura organiza la realidad, pero, además, la libera de discursos que la han tenido atrapada y de una carga emocional que lejos está de los afectos verdaderos.

Total gratitud con Marcela, hermana maravillosa, y gratitud también con la vida, por esta experiencia tan completa».

Bertha Díaz

«Gracias Marcela por ser una puerta de entrada al conocimiento de mí misma. Aquel día en que te conocí en tu cumpleaños, hicimos un ritual muy bonito y quedé conectada con esa chispa que irradias. Desde entonces se forjó una amistad y conexión sin precedentes. Supe que podía confiar en ti y observar tus palabras que siempre han rimado con mi intención en este mundo.

Mi última sesión contigo fue llena de armonía y termine de entender que somos uno solo , que el ego nos separa y que cada uno debe poner su granito de arena en el mundo para mejorar.

Entendí que soy capaz de todo, entendí que la duda no me lleva a nada, entendí que no me falta nada. Los cambios en mi vida han sido sorprendentes y reales. Al decirme que me escriba a mí misma me estaba sanando. Igual, me falta sanar, pero ya sé que mi SER SUPERIOR soy yo misma desde otra dimensión, diciéndome que todo estará bien y que todo es perfecto.

Gracias Marce por tanta bondad y dulzura para enseñarme el camino de mi autoconocimiento».

Mariuxi Abarca

«Me siento distinta. Puedo hacer una lista de todas esas sensaciones bonitas que han surgido después de tu apoyo y tu sabiduría. Tu terapia es diferente. Es una Sanación profunda. Y liberadora.

Cada mañana me despierto más viva, más sana, más alegre, más optimista, más mujer, más coqueta, más femenina. Los miedos se han reducido. El coraje de ver que más hay para mí en este mundo ha crecido. No puedo expresarte lo que siento, pero mi alma baila con un gozo que no reconocíamos y se siente libre! Por eso quiero darte las gracias una vez más por tu hermosa labor en esta tierra.
Que Dios te dé todo, Marcela, todo».
Gracias infinitas

Karina Villegas

«Mi experiencia con las terapias con Marce fue maravillosa. Me ayudó a conocerme, a avanzar, a sanar. Es un regalo para el alma y el corazón. Lo recomiendo totalmente».

María Inés Noboa

«Estoy muy agradecida por haber conocido a Marcela y poder tomar sesiones terapéuticas con ella. Me ha ayudado mucho a llevar mis conocimientos de astrología a una mayor comprensión sanadora y así he podido utilizar mejor mis habilidades y recursos para mejorar y ayudar a otros en su camino de realización».

Camila Moncada Bradford

«¡No es un camino fácil!, pero escribir en estos talleres me ha ayudado a comprender cómo estar presente, a celebrar y agradecer los procesos de esta nueva forma del ser humano.

Esta no es una forma final, es solo el principio de los siglos que vendrán, por eso estamos aquí.

Podemos celebrar cada esfuerzo que hacemos por curar, por entender, por integrar y por perdonar. Con cada paso alivianamos el pasado, equilibramos el presente, liberando también el futuro.

Este es el trabajo silencioso, mientras vivimos nuestras vidas cotidianas, vamos haciendo aquello que es el don natural de nuestra alma: ¡AMAR!

Llegar a este punto no hubiese sido posible sin la ayuda de la maestra Marcela Noriega, quien con su sutileza y bella presencia femenina nos manifiesta y abraza.

Me ha guiado e inspirado en los diversos ejercicios para desbloquear aquellas trampas de la memoria del ego.

Curar no se da de la noche a la mañana. Pero lo que he aprendido en estos talleres es que en esta nueva etapa, la tribu puede sanar al individuo y al conjunto; solo hay que mantenernos con el corazón abierto y aceptar la ayuda.

Es muy importante aprender a pedir, reconocer y agradecer. Hoy más que nunca hay oportunidades para descubrir, sanar y curar el linaje familiar, los traumas transgeneracionales.

Este curso ha ayudado aportando las herramientas para continuar con mi pasión por contar historias, que cada día crece, se hace más grande.

Cada día descubro una nueva faceta de mí mismo, empujándome a límites de la creatividad que no creí capaz de superar.

Puedo dar testimonio de que, a través de la integración de las emociones, de la intuición y la dinámica interna del dar y recibir empatía, amor, y abundancia; la creatividad nunca termina.

El arte nunca termina, siempre seguirá siendo el bastión de nuestra humanidad; por eso, solo podemos seguir creando».

Daniel Noriega

«Las sesiones de escritura con Marce han sido toda una aventura, de escuchar, conversar, escribir, de conocerse y abrir el corazón. Pude ver lo que hay ahí adentro, en un espacio de calma y bienestar. Pude ir viendo esas heridas e ir sanando con amor, para volver a confiar en ese amor bonito que tenemos ahí guardado en el corazón desde niños, que busca ser atendido y expresado en nosotros mismos y en los seres que amamos.

Es una experiencia que es una aventura, que brinda dicha y alegría al corazón. Es ir conociendo otro mundo con la escritura de una forma tan sutil y hermosa. No recordaba que tenía cosas lindas ahí en el corazón, cosas lindas que había olvidado o no reconocido y aceptado y con las sesiones de escritura las he ido conectando.

Es una experiencia totalmente liberadora y de asombrarse de que las cosas alrededor pueden tomar otro rumbo. Y si lo puedo resumir en algo estos espacios son para expresarse sin juicio, con amor. Me han servido para ir haciendo la paz conmigo misma».

Gabriela Valladolid

«El viaje hacia el interior es uno que debemos hacer solos, sin embargo siempre ayuda buscar guías para potenciar la evolución.

Marce y yo tenemos una linda dinámica de plena confianza que se formó hace años. Con ella como mi guía en los momentos más cruciales, hemos logrado expandir la consciencia para liberarme de creencias limitantes, patrones familiares, auto sabotaje y vivir desde mi esencia, que es el amor.

Poco a poco va cambiando el curso de lo que manifiesto en mi vida gracias a este maravilloso camino que hemos recorrido juntas.

He abierto mi corazón, reprogramado mi psique al saberme merecedora de mi amor propio y del amor de los demás, creando balance al dar y recibir.

He logrado expresar mis necesidades afectivas sin miedo y gracias a eso llevar una relación de pareja amorosa, de respeto y armonía. Por supuesto todo lo mencionado se traduce a todas mis relaciones.

El efecto positivo es inmensurable».

Emily Rocha

«Me inscribí a las clases de escritura sin saber lo que me esperaba, sin expectativas solo abierta de corazón para recibir todo lo que esta experiencia tenía para mí. Desde la primera clase todo se movió en mí. Lloré, reí, descubrí y experimenté sanación y una profunda alegría del alma. Saqué del cajón mi pasión por la escritura, volvió a mi vida este ritual que me ayudó a ver con ojos de amor muchas cosas maravillosas en mí. Gracias Marce de nuevo por guiar de forma tan hermosa y acompañar a través de las letras».

Bárbara Vela

«Un saludo lleno de amor y agradecimiento para Marce, ya que gracias a su curso de Escritura Introspectiva, pude obtener las mejores herramientas para el autoconocimiento, cuya misión final ha sido aceptarme, amarme y valorarme tal como soy.

Pude llegar al entendimiento de que vivir en conciencia nos libra del sufrimiento, y sobre todo aceptar que la responsable de mi vida y realidad soy yo.

¡Empiezas a escribir y la magia ocurre!

Lo mejor de todo es que puedes ser tan libre de expresar tus sentimientos, emociones, culpas, miedos y nadie te juzga. Solo hay un par de oídos que te escuchan con amor y te guían en tu propio camino. Gracias, gracias y gracias».

Karla Romero

«Cuando empecé la terapia de escritura me sentí primeramente en mucha confianza y muy a gusto. Sentí en todas las sesiones cómo con la ayuda y guía de Marce podía recordar y ser consciente de eventos de mi vida que nunca los miré, aunque hayan estado ahí todo el tiempo. Definitivamente, Marce, con su gran sabiduría interior y su poderosa intuición, acompañaba cada paso de un modo amoroso y práctico. Pude ver de frente esas heridas, y hacerlo abrió paso a un entendimiento profundo.

Estoy infinitamente agradecida con Marce por su tiempo, su dedicación, su acompañamiento amoroso, sincero y su gran profesionalismo».

Catalina Velasteguí

«Estas palabras van dirigidas a mi maestra Marcela Noriega y a quienes deseen cambiar su vida, haciendo un profundo recorrido de su historia.

Realicé el taller de Escritura Introspectiva porque me gusta mucho escribir. Fueron 8 sesiones, guiadas por una mujer maravillosa, que es un testimonio de vida, y no hay nada mejor que dejarte guiar por alguien que te enseña a través de su propia experiencia.
No sabía de lo que se trataba realmente. Empecé a relatar mi vida desde donde mi memoria me lo permitía y, claro, la magia de la escritura, trajo a mi memoria recuerdos escondidos, mis sentidos se despertaron, vinieron a mi sonidos, colores, olores, sentimientos.
Al principio, no podía escribir sin llorar y menos leer. Mis emociones estaban fuera de control, porque cuando escribes eres completamente libre de plasmar todo lo que sientes, sin juicios. Poco a poco, como si de armar un rompecabezas se tratara, mis ideas y emociones empezaron a ordenarse. Empecé a sentirme mejor, más segura, a perder el miedo de enfrentar situaciones de la vida cotidiana.


Comprendí que todo pasa por algo, nada es coincidencia. Todo en tu vida tiene un porqué, un para qué. Empecé a amar mi historia , a dejar atrás todo lo que lo que me lastimaba. Descubrí, que no hay nada más importante que amarte de verdad, porque solo desde tu amor puedes amar a los demás. Solo amándote puedes discernir claramente lo que te hace daño y lo que te hace bien. Cierras puertas que dejaste entreabiertas, sanas heridas con tu linaje, tienes certezas y no dudas, despiertas la Divinidad que habita en ti y todo mágicamente empieza a encajar, empiezas a mirar las cosas de diferente manera y ese cambio conlleva la solución que tanto buscabas.


No necesitas sesiones largas y repetitivas, solo la voluntad de querer transformar tu vida y de sanar y lo más importante: ser el testimonio de tu cambio. Con tu cotidianidad, el resto percibe que no eres la misma, sino que eres el reflejo de lo que llega a tu vida.
Eres testigo de cómo en una maravillosa conspiración de amor el Universo empieza a cumplir los anhelos de tu corazón.
Gracias querida Marcela».

Ana Catalina Vivar

«Es válido quebrarse, confundirse, es lícito perderse en el laberinto de la vida. Es necesario extender la mano y encontrar la mano de ángeles como Marcela Noriega, quien, desde su conocimiento, simplemente te ayuda a reencontrarte contigo misma».

María Augusta

Michelle comentario

Michelle López 

«Sanar, DESCUBRIR, verme a mí, a la auténtica Cinthya mientras escribía, sintiendo dolor y alegría, con lágrimas y risas, con aprendizaje y amor, amor a esa mujer que ahora veo; fluir escribiendo ya no desde la sumisión y el hundirme en lo oscuro y triste… sino verme y agradecer porque eso me ha hecho quien soy ahora y me hace feliz, verme en mi lado oscuro y con mi luz. GRACIAS».

Cinthya Plaza

«El Taller de Escritura para mí ha sido revelador y liberador (en ese orden). Distinguí cosas que no tenía ni idea que estaban ahí y me está apoyando a sanar. Es una forma diferente de expresión. Siempre podremos crear un personaje que haga lo que nosotros no nos atrevemos, o uno que cuente nuestra historia. Siempre podremos conocernos por medio de ellos. Gracias Marcela por compartir tus conocimientos, y abrir este espacio para personas que, tal vez sin saberlo, buscamos sanar y ser libres».

Cinthya Jeldes 

«Fue un Taller que aportó muchísimo en que yo reconozca mi vulnerabilidad e imperfección, como un valor que habita en mi naturaleza humana, sin juzgamientos ni señalamientos, sólo con la simpleza de las frases y las letras que iban impregnadas de mi sentir y el de todas las personas que tuve el gusto de conocer y compartir. Escucharlas, sentirlas, fue un regalo maravilloso que lo guardaré en mis memorias. Logré recordar momentos hermosos de mi infancia y adolescencia, e incluso ver etapas de mi vida desde una perspectiva poderosa! Gracias Marcela por esta experiencia.

Verónica Coronel 

«Para mí el Taller fue una experiencia enriquecedora como persona, sobre todo en lo espiritual. Fue una reconexión conmigo misma, un alto a esta vida apurada y reflexionar en cómo estoy, a dónde voy, qué hago, qué pienso, qué siento. Mejoró mi manera de verme, me ayudó a amarme más, y pude ver cómo mis compañeros tuvieron un antes y un después del taller, se sentía el cambio. Gracias por ser como eres, por tu energía y por transmitir reflexión y paz».

Catherine Delgado 

«Mi idea con el taller era poder ver de forma técnica la escritura, poder mejorarla y quizá recibir algunas reglas gramaticales, como dónde van las pausas, comas, puntos, etcétera, pero definitivamente fue mucho más allá de mis expectativas.

Ha sido un continuo auto-descubrimiento, redactar la historia que se alejaba de mi realidad y darme cuenta que en cada parte estoy yo, descubrir esos lazos que me atan, ideas preconcebidas de cómo deben verse las cosas, cómo una mujer debe actuar y qué es permitido hacer sin escandalizar a la gente. Es una forma de ir profundo a conocerme y darme esa libertad que en mi vida particular no me he dado.

La experiencia del taller es aún más rica cuando escuchas a tus compañeros descubrir lo que necesitan descubrir y, de paso, crear historias maravillosas. Gracias Marcela por darnos una herramienta de sanación, descubrimiento y libertad».

Stephania Cagua 

«Recuerdo cuánto disfrutaba leer un libro y las ganas que metía en cada carta que escribía para mis amigas o familiares queridos durante mi adolescencia. De repente, me encontré sin ese placer y lo extrañé mucho.

Sabía de los talleres de Marcela,  pero no se me dio hasta ahora, que estoy teniendo esta mágica experiencia. La  busqué con la intención de reconectar con mi creatividad. Sentía que debía volver a fascinarme por algo. Y en el proceso me reencontré.

Estoy maravillada de poder sanar junto a otros seres hermosos en un calor tan cálido como el de un hogar.

Volver a casa a través de la escritura es un regalo. Estoy aprendiendo a integrar mi luz y oscuridad con amor y compasión. Confirmando que el maestro aparece cuando el alumno está listo. No antes ni después. Gracias Marcela por tu entrega de amor y paciencia, por ser guía en este caminar».

Meli Chan 

«Realizar el Taller de Escritura con Marcela está aportando a mi visión de escribir un libro con técnicas y herramientas prácticas. Además, me ha apoyado a observar mi realidad interior, ver información que estaba en mi memoria, reconocerla objetivamente y escribir sobre ello».

Julia Gómez

«A través de la escritura he podido encontrar una forma de expresar todo aquello que guardaba en mí. El dolor, la desilusión, el amor, la esperanza. Tantas veces ha sido mi refugio, mi casa, mi compañía.

Viviendo a través de las letras. La vida te lleva a los lugares en los que debes estar, en el momento que estás listo, y con personas que vibran en tu frecuencia.

Es así, como puedo describir la hermosa energía que fluye en esta experiencia, entre las personas que conformamos este curso. Encuentras vivencias con las que te reflejas, historias que te identifican, silencios cargados de una magnífica reflexión, risas que te van curando el alma.

Cuando resulta la sincronía y se dan encuentros tan hermosos, en una atmósfera tan profunda, no queda más que ser agradecido.

Fui con el objetivo de mejorar mi escritura, y he recibido una recompensa aún mayor».

Mafer Emen 

«La escritura es una experiencia tan maravillosa como volver a casa, a la casa más bella, la del alma. Al inicio, escribir fue la burbuja de mis quimeras, mi mundo alterno. Hoy, escribir es sentirme mitad cielo, mitad tierra, abrazando mis matices y haciendo eco de mi voz. Gracias Marcela Noriega por ser luz en el camino, a través de tu amor por las letras».

Alexandra Coloma

Si quieres participar en el Taller, escríbeme al wasap 098 5838447. Actualmente, lo puedes tomar vía Zoom, desde cualquier lugar en que te encuentres.

¿Cómo es cocinar para un batallón?


El Fuerte se levanta a las cinco en punto. Estamos atrasados. A las seis menos cuarto debíamos estar en el cuartel y nosotros –como buenos civiles que odian madrugar-, llegamos quince minutos tarde. Con cara de pocos amigos, un centinela nos lleva al patio principal, ahí donde quinientos cuerpos se mueven según lo que manda una voz gruesa. La testosterona de medio millar de conscriptos de 18 y 19 años en pantaloneta empieza a calentar el día. Una débil luna insiste en no ocultarse.

—Si llegaban quince minutos antes, mi teniente Taipe los habría atendido enseguida. Ahora, tendrán que esperar a que su superior pase revista y lo autorice—, dice el centinela con acento interandino.

—No tenemos ninguna prisa—, le respondo medio dormida. Sé que contamos con la venia del sumo sacerdote, quien, en este caso, es el comandante general, para invadir este templo verde oliva.

Después de quince minutos, el teniente Mauricio Taipe, un joven riobambeño, se acerca y se pone a las órdenes. Nos lleva al que será nuestro centro de operaciones: el comedor y la cocina del cuartel, donde se prepara el rancho.

El Fuerte Militar Huancavilca, más conocido como Quinto Guayas, es una brigada de Infantería a la que pertenecen 1.200 militares, entre conscriptos, tropa y oficiales. Muchos están fuera, patrullando en la frontera norte o en tareas de control dentro de Guayaquil. Solo dos veces al año se juntan todos.

Más de 800 comerán hoy en el Fuerte, un enorme campo con edificios y villas de cemento, donde viven algunos oficiales y múltiples áreas para el entrenamiento físico.

Es jueves, día de trote. El desayuno es reforzado: arroz, menestra de lentejas con tortilla de huevo y mortadela.

Cientos de platos iguales son servidos uno tras otro en bandejas plateadas.

Este es el comedor de la tropa. Un recinto de unos cien metros de largo por veinte de ancho, con quinientas sillas cafés y largas mesas vestidas con manteles amarillos, que hacen juego con las baldosas. También, hay dos televisores transmitiendo los partidos del Mundial.

Todo es rígido y ordenado en este enorme salón donde comen los soldados, cabos, sargentos y suboficiales, que son veinte y tienen una mesa aparte con sillas dispuestas en horizontal. A ellos, los atiende un mesero. El resto hace cola para comer.

El sargento Ignacio Rivera, un lojano de pequeña estatura, pero recio como un roble, es el jefe del rancho. Se encarga de controlar el aseo y de que “los conscriptos no metan relajo”.

Cuando él llegó, la comida la hacían los mismos militares, pero desde hace cinco años colgaron el delantal y el servicio fue encomendado a la empresa Servialimentos.

—La comida no es buenísima, pero uno se acostumbra a lo que le den—, dice este hombre, quien en dos años se jubilará.

Después del desayuno, los conscriptos se forman afuera del comedor, divididos en escuadras.

—¡Vista a la derecha! ¡No hablen! ¡Alto! ¡Ponte firme, oye! Sucesivamente numerar—, dice un sargento alto como un pino.

—¡Uno! ¡dos! ¡tres! ¡veinte! ¡treinta y cinco! ¡cuarenta y nueve! ¡sesenta y ocho! ¡ochenta y uno! ¡noventa! ¡ciento uno mi sargentoooo!—, grita el último.

—¿De dónde son ustedes?—, me pregunta enojado el sargento.

—Somos periodistas, hacemos un reportaje sobre el rancho—.

— ¡Vayan y coman esa porquería de arroz que ellos comieron para que hablen!—, me grita y se va con su escuadra trotando y cantando: —¡Uno, dos, tres, ¡ay qué rico! ¡Uno, dos, tres, ¡ay qué rico!—.

***

El Ejército es el reino de lo predecible, un reino masculino donde todos los días ocurre lo mismo, como en una colmena de abejas.

Aquí no hay sorpresas ni excesos. Infiltrada en este mundo metódico, exacto, estructurado y meticuloso está la ranchera, una mujer ambateña, bajita, de ceño fruncido, que se llama Norma Pazmiño y es, junto a su esposo, Wilfrido Gallardo, la dueña del negocio del rancho.

—Es muy difícil complacer el paladar de 800 hombres—, me dice de entrada, porque sabe de las críticas.

Hoy, como todos los días, la ranchera se ha levantado a las tres de la mañana y ha ido en su camioncito a comprar los víveres al mercado Montebello.

El menú para el almuerzo es un locro de queso, arroz con guatita, maduro frito, y jugo de limón. Para preparar la sopa, la ranchera ha comprado 2 quintales de papa (cada quintal tiene 3 mil papas), 40 libras de habas, 20 libras de zanahorias, un saco y medio de choclo, cuatro zapallos, seis zambos, 25 libras de queso y 25 litros de leche.

—Aquí se da la sopa espesa, a conciencia. Los señores siempre piden la troncha. Si no hay troncha, no quieren la sopa—, dice y me ofrece un ceviche de concha o de pescado.

No veo conchas ni pescado por ningún lado. Pero pienso que esta mujer, quien, además de alimentar a más de 800 soldados todos los días, es dueña de un mini mercado que le provee alimentos a la Marina, al Hospital Militar y al Hospital del Niño, es capaz de hacer que aparezca cualquier tipo de comida en el acto. Si ella quiere, es capaz de hacer aparecer una langosta con solo tronar los dedos.

—Es tentador, pero no, gracias—, le respondo.

Para hacer el arroz con guatita, la ranchera ha comprado dos quintales de arroz, 80 libras de mndongo, un quintal y medio de papa, 20 libras de maní. Y un saco de limones para el jugo. Todo está calculado. Las medidas se las sabe al dedillo: de una libra de arroz comen 4 personas; de un quintal, 400.

Si es jugo de limón se necesita un saco; si es de mora, cinco baldecitos; si es de naranjilla, 4 cajas y si es de tomatillo, 5.

El mondongo se está cocinando desde las seis de la mañana y su desagradable olor ha invadido la cocina y el comedor.

—Es difícil ir al mercado y ver cómo las cosas suben. Ahora, comer es un lujo. Ha subido el tomate, el pimiento. A veces, voy con mil dólares y no me alcanza. Es duro—,  se queja la ranchera.

—Este negocio es matador, uno nunca descansa. Hasta los fines de semana se trabaja. Yo le digo a mi mujer que ya lo dejemos, pero ella insiste. Creo que le gustan los militares—, sonríe Wilfrido, su marido.

17 empleados trabajan para Servialimentos. Todos hombres. Once cocinan, el resto ayuda a servir, lavar la vajilla, limpiar, trapear. Se han divido en tres grupos: desayuno, almuerzo y merienda.

Elías Carpio, cocinero y bodeguero, dice que en el grupo de la noche hay tres personas, quienes entran a las 11.30 y se van a las 8 de la mañana. Ellos hacen el desayuno para 550 soldados.

A veces, se acuestan a dormir un rato y se levantan a las 3 de la mañana para terminar. El grupo del almuerzo es de seis. Entra a las 6.30 de la mañana y sale a las 3 de la tarde. Es de todos el turno más agotador, porque es el momento en que los más de 800 militares comen. Solo en servir se tardan tres horas.

En el grupo de la merienda están cinco personas que entran a las 11.30 de la mañana, y salen a las
7.30 de la noche.

Ellos ayudan a servir el almuerzo y empiezan a hacer la merienda a las 2 de la tarde para servirla a las 5 y media.

Tito Guaranda, segundo ayudante de cocina, dice que “la pelada y la picada de la papa es lo más
difícil”. Porque, aunque una máquina industrial las pela, siempre quedan unos ojitos que hay que sacarles.

“Me demoro una hora en sacarle los ojitos a tres mil papas, que es un quintal”. Hoy, Guaranda tiene que sacarle los ojitos a tres quintales y medio. ¡Son 10.500 papas! Eso le tomará, por reloj, cuatro horas y media.

***

Una intensa luz brilla en la mirada del conscripto Gabriel López. Nació hace 19 años en Santa Ana,
Manabí. Tiene seis hermanos hombres y una hermana “hembra”, no tiene papá y su madre es una campesina pobre. Preguntarle qué lo llevó a enrolarse en el Ejército es idiota. Es simple: no tenía alternativa.

Gabriel, lo mismo que el resto de conscriptos, lleva cuatro meses en el cuartel. A fin de año, terminará su instrucción. Entonces, podrá estudiar el curso para soldado.

Está en la fila, esperando a que le sirvan el almuerzo. Antes, estuvo en el patio, donde un sargento le pasó revista, miró que tuviera aseadas las manos, cortadas las uñas y su cuchara en el cinto.

También lo hizo marchar, trotar y cantar canciones. Todo para hacer tiempo hasta que se desocupe el comedor que tiene capacidad para 200 personas. Es imposible que pasen todos a la vez. Van en grupos de veinte o treinta.

—¿Cuánto tiempo tienes para comer?—

—Diez minutos, pero yo como en cinco–, dice Gabriel con algo de vergüenza.

—¿Y qué haces después?—

—El aseo del dormitorio, limpio las botas y descanso media hora. De ahí salgo a formar vuelta para la instrucción. Después de la merienda lo mismo: el aseo y otra vez a la formación.

La instrucción es hasta las ocho. Hasta las nueve aprendemos música militar. De ahí nos vamos a dormir. Los viernes hacemos hora social, contamos chistes, hacemos algo para divertirnos un chance. Y salimos franco cada 15 días—.

El comedor de los conscriptos es un galpón sombrío con doscientas sillas de una madera ruda. Ellos comen rápido, algunos devoran el almuerzo. La comida se ve poco apetitosa. El arroz es un mazacote y la guatita apenas se ve. El jugo que acompaña parece agua y a la sopa también es rala. No veo la troncha por ningún lado. Sin embargo, la comida es la misma en el comedor de los conscriptos, en el de los manteles amarillos y en el “casino” de los oficiales. El rancho le cuesta a cada militar tres dólares.

—¡No ve que la asignación económica es igualita! Yo como aquí lo mismo que come cualquier
conscripto. ¿Dónde más podríamos ir para comer con tres dólares?—, me pregunta el sumo sacerdote, en este caso el comandante general (e), un coronel de mirada penetrante de nombre
José María Espinoza.

Dos sargentos regresan del almuerzo bromeando, relajados. Ellos tienen desde las 12.30 hasta las 2 para comer.

—Cánteme una canción militar—, le pido a uno de ojos azules y mirada pícara que lleva una bufanda verde en el cuello.

Pone la voz ronca. Y canta:

«Saliendo de su base los comandos ya se van / Dejando atrás mujeres, hijos y hogar se van/ Sin saber siquiera si van a volver / algún lugar irán a caer / Los comandos ya se van, se van/».

Se echa a reír y se pone a conversar. Me dice una triste verdad.

—La comida no es la mejor del mundo. Pero, al menos, aquí estos chicos tienen las tres comidas
diarias, en su casa a veces no tienen ni una. No pueden quejarse.

El teniente Taipe viene corriendo y me entrega un papelito cuadriculado donde ha escrito la canción del conscripto, esa que repiten una y otra vez y que dice tanto.

«La gente dice que soy el conscripto más popular

Porque salgo peladito a la calle a vacilar

Corre que corre conscripto, corre que corre nomás

Si te mandan a correr no te vayas a desmayar

Porque un clase bondadoso a patadas te ha de llevar

Corre que corre conscripto, corre que corre nomás

Por un platito de arroz vuelta voy carrera Mar

Por un platito de sopa, cien flexiones al cuadrar

Corre que corre conscripto, corre que corre nomás».

(Esta crónica salió publicada en la revista SoHo. La foto es solo referencial, no corresponde a la crónica ni al Fuerte Huancavilca). 

Toma la decisión de ser libre. El compromiso es contigo misma



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Necesitas más energía para continuar con una relación que no funciona, que para terminarla y hacer tu vida como tú la quieres hacer.

Porque la relación que no funciona, sea laboral o afectiva, te desgasta día y noche. Aunque no pienses en ella, te desgasta. Te deja sin energía, te la roba.

Toda tu energía regresa a ti en el momento en que decides ser libre.

En el momento en que tomas la responsabilidad de tus emociones y de tus pensamientos y te comprometes a seguir sólo la línea de tu corazón y tu felicidad, tú recuperas tu vida.
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Entonces te das cuenta de que eres tú quien ha estado creando esa realidad. Que fueron tus miedos, tus dudas, tus indecisiones, tus carencias, tu poco amor por ti misma, lo que fue creando todo este engaño y caos.

Pero todo tiene un orden y en tu mente los eventos se irán ordenando en la medida en que vacíes tu mente de pensamientos nocivos para ti misma.

Tienes que lograr amar tu pasado para que puedas amar tu presente. Y lograr amarte a ti misma por encima de todas las cosas y personas, porque sólo dándote amor a ti podrás darlo a otros.

Lo que has estado dando hasta ahora no es amor, es carencia. Y te irás dando cuenta en la medida en que cambies tu percepción de ti misma. Y dejes de pensar que te falta algo.

Tú estás creando tu vida con cada decisión que tomas. Si decides ser libre de toda atadura, obligación, restricción emocional, puedes hacerlo.

Pero tienes que tomar una decisión y sostenerla. El compromiso es contigo misma. Si lo haces, el Universo hará que todas las cosas en tu vida se alineen en una sola dirección: tu felicidad.

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Ábrete a conocer a ese extraño que aparece en tu camino



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Yo nunca hice caso a eso de «no hablar con extraños». La vida me llevó entonces con ella de paseo, hasta este instante.

Siempre he sido amable y abierta con las personas, en cualquier ciudad o país que haya estado. Y esta actitud de vivir la vida sin miedo, sin desconfianza y mostrando una sonrisa, me ha traido muchas oportunidades en el amor.

He tenido varias parejas, novios, amantes, romances en diferentes lugares, y todas estas relaciones me han aportado un conocimiento muy valioso de mí misma y del alma humana, el cual habría sido imposible obtener de otra manera. Por eso siempre insisto en que la sabiduría es fruto de la experiencia y no de leer libros. Y la mayor fuente de conocimiento vivo está en la relación con el otro.

Observar al otro, escucharlo atentamente, abrirte a contarle tu historia con honestidad, permitiéndote ser vulnerable, ahí está la experiencia humana más importante. En ese encuentro al desnudo con ese otro que la vida te pone por delante. Él o ella es tu maestro de ti mismo, el espejo en el que necesitas observarte.

¿Qué es más hermoso que leer el cuerpo desnudo de tu amante? ¿Qué te reporta más placer que permirirle acceder a los rincones secretos de tu sensibilidad?

Siempre reivindiqué el derecho al placer, porque somos seres sexuales y sintientes. Y es a través de la experiencia del amor erótico cómo renacemos una y otra vez a la vida y regeneramos la vitalidad del cuerpo. Es por eso que siempre estamos buscando volver a conectar de esa manera.

La sexualidad es parte de la vida, y no solo de la vida en pareja, ya que todos somos seres sexuales, estemos en pareja, o no. Por eso, negarse a vivirla es como marchitarse por dentro, poco a poco.

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Las personas, antes, se casaban con la primera persona de la que se enamoraban y se mantenían juntos toda la vida, a pesar de que no eran compatibles o no eran felices. Soportaban violencia, infidelidad, desamor. Este es un modelo que ya no funciona, de hecho, nunca funcionó. Yo creo más en vivir todas las experiencias necesarias antes de asentarte y comprometerte con alguien.

Así lo hice. Viví la vida al máximo y, cuando estuve lista, pedí al Universo un compañero para caminar juntos, con compromiso y lealtad. Y así ocurrió. La vida me puso por delante a un extraño, porque eso es lo que es tu pareja en un principio: un simple extraño que te llama la atención.

Y resultó que le abrí la puerta al extraño, y lo fui conociendo. Y en él, el Universo me envió un alma afín a la mía, un complemento divino, con quien soy compatible a nivel mental, creativo, emocional, energético y físico. Pero esos niveles se van desarrollando en el tiempo.

Requiere ceder, soltar creencias, tener paciencia, mucho amor, cuidado, constancia, gratitud. Y así vas fortaleciendo tus valores internos y conviertiéndote en un mejor ser humano. Si yo puedo llevar paz, consuelo, amor, a muchas personas es gracias a la relación con mi Yo divino, pero también gracias a la estabilidad emocional que me proporciona mi pareja terrenal, que es mi Otro Yo, mi espejo, mi complemento.

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Nunca me atrevería a dar algún consejo ni a guiar a nadie en este tema del amor, si yo misma no lo hubiese experimentado, comprendido, sanado e integrado. Si yo misma no lo vivo, sería una charlatana. Pero como lo vivo, de manera real y cotidiana, puedo compartir este aprendizaje, que se vuelve enseñanza.

Tengo la dicha de estar en pareja de forma estable desde hace 9 años. Vivir en pareja es, para mí, la mejor manera de enfrentar la vida, porque cuando estás solo o sola todo parece más duro y terrible. En cambio, la vida es más liviana y los problemas no asustan tanto cuando tienes a un buen compañero a tu lado, alguien con quien pensar, sentir, atravesar los eventos diarios.

Por eso, si te sientes solo quiero invitarte a abrirte a la posibilidad de vivir en pareja. Simplemente considéralo, hazle un lugar en tu mente a la idea y, si te gusta, prepara el espacio en tu corazón, en tu vida, para esa persona que llegará cuando estés listo.

Esa persona que anhelas es, por ahora, un extraño. Pero mañana puede ser tu pareja.

Piensa que en este mundo hay más de 7 mil millones de almas encarnadas y ¿vas a perderte la oportunidad de hablar con muchos de esos extraños?

Recuerda que todos somos familia. Y que estás a sólo 7 personas de distancia de cualquier persona que desees contactar. La energía de amor que enlaza todo es la que nos permite conocernos los unos a los otros, y amarnos.

Si no están juntos ahora, tu alma afín, tu complemento divino, en este instante es un extraño para ti.

Así que dale una oportunidad a ese extraño que aparece en tu vida en el momento perfecto.

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Lo que vivimos no es azar ni suerte, es creación propia y colectiva



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Los acontecimientos que parecen fortuitos, las conexiones con personas que te ayudan o que se interesan en lo que haces, las buenas noticias, los eventos inesperados, e incluso las pérdidas y los «accidentes», todo esto que vivimos y que parece simple producto del azar, resulta, en realidad, la consecuencia o los efectos de nuestros pensamientos y actitudes anteriores.

Cuando te va bien, no es una racha de buena suerte lo que vives, sino el resultado de un trabajo interno invisible que has hecho en los meses pasados. Dedícate una felicitación porque ahora estás viendo los frutos de los árboles que antes, en silencio, sembraste.

Si sufres enfermedades, accidentes, o eventos desagradables, recuerda que tú también sembraste esto, con tus pensamientos, dudas, juicios hacia ti mismo o hacia los demás y sentimientos de baja estima o rechazo que tuviste en ciclos pasados.

Decir que vives una racha de mala suerte es sólo una excusa para no hacerte cargo de lo que tú mismo sembraste en tu mente y corazón.

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Observa tus creaciones: las relaciones que tienes, el trabajo, el bienestar o malestar en el que vives, tu estado de salud, tu estado de carencia o abundancia. Si eres honesto contigo mismo, verás en cada área el reflejo de tu diálogo interno, de tus pensamientos recurrentes, de los estados emocionales con los que enfrentas la vida.

Estos sentimientos, tanto los negativos como los positivos, se han visto muy potenciados por la situación limitante que a nivel externo se nos impone como colectivo. Cómo hayamos enfrentado y estemos enfrentando este ciclo de prueba determina los eventos que habremos de vivir.

Si desarrollamos pensamientos de odio, miedo, venganza, culpa, o ira contenida, lo más probable es que en los próximos meses vivamos eventos violentos, que anclan esa energía a la realidad.

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Mientras más inseguras, desprotegidas, víctimas de algo, se sientan las personas, más eventos negativos se crean, y estos eventos se reciclan a sí mismos en cada Luna Nueva y Luna Llena.

Cuando vivimos estas polaridades lunares, lo que hemos sentido, lo que hemos alimentado dentro de nosotros se vuelve colectivo.

Un grupo de personas llenas de sentimientos pacíficos crean realidades armónicas no sólo para ellos mismos, sino para un colectivo que vibra en sintonía.

El impacto positivo que tiene una sola persona en paz interna es tan poderoso que puede afectar a toda una comunidad.

Hacernos responsable de lo que vamos creando es lo que nos permite avanzar en el camino de la lucidez y la coherencia interior.

Y tú ¿qué realidad futura estás sembrando en tu interior?

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Ema y la libreta mágica


Ema sueña que viaja por el cielo nocturno montada sobre un ganso gigante. No sabe a dónde se dirigen, pero se siente feliz y muy cómoda sobre el enorme cuerpo del ave, que tiene el pico grueso y naranja, las patas de color rosa suave y el plumaje de un blanco plateado y resplandeciente como la luna. La voz del ganso es muy fuerte y suena como una trompeta. Al parecer, Ema entiende todo lo que su amigo ganso le dice. De pronto, Ema siente una mano sobre su cabeza. Es su madre, quien la despierta para ir a la escuela.

A regañadientes, Ema se levanta. Quiere seguir soñando, pero el horario escolar se lo impide. “No importa”, piensa, “lo anotaré todo en mi libreta para que no se me escape el ganso”. Enseguida, Ema toma su libreta y describe la imagen de ella volando sobre la ciudad con su amigo. 

Los sueños son su inspiración, de ellos saca ideas geniales para escribir cuentos. Para Ema, el mundo no está hecho de átomos ni de polvo de estrellas ni de diminutas partículas, sino que está hecho de fantásticas historias que apunta en su libreta. Ella va con su libreta a todas partes.

Ema ama con locura las historias de todo tipo, menos las que dan miedo. En su habitación, tiene una repisa llena de libros de cuentos, y todas las noches su madre le lee alguno.

Ema no lo recuerda, pero su padre le contaba historias cuando era un bebé, y aún en el vientre de su madre, su padre se quedaba dormido contándole historias que, muchas veces, sacaba de su cabeza. 

Cuando Ema regresó de la escuela, tuvo una idea: escribir una historia que no haya soñado para ver si se producía el efecto contrario. Si cuando sueña algo, lo escribe. Tal vez, cuando escriba algo, lo sueñe. Entonces, Ema escribió un cuento en el que ella estaba a punto de ser raptada por unos bandidos y, de pronto, apareció un hermoso príncipe que la rescató, la cargó en sus brazos y la puso a salvo.

El príncipe llevó a Ema a un bosque encantado en el que le presentó a todos su amigos. Entre ellos, estaba un zorro mucho más grande que ella, a quien, en principio, le tuvo miedo, pero luego, al ver la enorme sonrisa del zorro, Ema lo abrazó como si fuese su compañero de aventuras.

También, estaban los pájaros multicolores con los que Ema podía comunicarse perfectamente en el idioma de las aves y el caballo del príncipe, que era negro pero de brillantes crines doradas.

Tal como lo pensó, cuando Ema se durmió esa noche se vio montada en el caballo negro del príncipe, cabalgando bajo un manto de estrellas que caían fugaces.

Ema se sentía libre y estaba muy emocionada, porque en el sueño sabía que el caballo la estaba llevando directamente donde el príncipe. Y así fue. Pero cuando lo vio, Ema se dio cuenta de que el príncipe no era como ella lo había pensado en su cuento: un hombre ya grande, moreno, alto, fuerte, sino que era parecido a ella.

Era un niño de nueve años que vestía con ropajes reales y que podía hablar con todos los animales del bosque encantado.

El pequeño príncipe llevó a Ema en su caballo negro a conocer a sus amigos, y Ema pudo abrazar al zorro y conversar con los pájaros multicolores, igual que lo hizo en su cuento.

A la mañana siguiente, Ema le dijo a su mamá que su libreta era mágica, y que todo lo que en ella escribía, luego lo soñaba.

Su mamá se quedó sorprendida, y se alegró de que su hija tuviera una imaginación tan prodigiosa.

Viendo que el cumpleaños de Ema se acercaba, su mamá le preguntó qué quería de regalo. La niña le dijo que quería que todos sus amigos se hicieran reales para que ella los pudiera ver.

“Eso no es posible, hija”, le dijo su mamá. “Esas son sólo historias de fantasía que se quedan en los cuentos y en los sueños”.

Pero Ema insistió en que sí era posible.

Esa noche, en los sueños, Ema volvió al bosque encantado y les pidió a sus amigos: el ganso, el zorro, los pájaros, el caballo y el príncipe que se volvieran reales para su cumpleaños.

Ellos le explicaron que si se volvían reales, las personas podrían asustarse y hacerles daño y que ellos preferían seguir viviendo tranquilos en el bosque encantado y que ella podría visitarlos siempre en sus sueños. Entonces, Ema rompió a llorar.

El príncipe le dijo que como él era humano, él sí podía ir con ella a su mundo, pero que dejara a los animales en el bosque. Ema aceptó.

Cuando su mamá fue a despertarla, Ema le contó que el príncipe vendría para su cumpleaños y que había que preparar una comida digna de él.

Su mamá sonrío, y aceptó el desafío de cocinar para alguien de la realeza. 

El cumpleaños de Ema llegó, todas sus amigas de la escuela fueron a su casa por la tarde, le dieron regalos, le cantaron el cumpleaños feliz y comieron el pastel y la deliciosa y abundante comida que había preparado su mamá, pero Ema estaba triste, porque el príncipe nunca asomó.

“No importa, hija. Tú eres mi princesa, hice esta comida por ti”, le dijo su mamá consolándola, y de regalo le dio una nueva libreta, de filos dorados que en la tapa tenía dibujado un cielo estrellado.

Esa noche, Ema se quedó dormida y soñó con el príncipe. Él le dijo que sí estuvo en su cumpleaños y para probárselo le contó, paso a paso, todo lo que ocurrió, incluso le dijo las cosas que hablaron sus amigas, todo lo que comieron y le describió su cara de tristeza porque él no llegaba.

“¿Pero por qué no te podíamos ver?”, le preguntó Ema.

“Porque yo sólo existo en tu imaginación, querida Ema. Tú sólo puedes verme cuando estás conectada con tu imaginación, y cuando eres feliz. Y en tu cumpleaños, tú estabas conectada con otras personas, y con la tristeza, así es imposible que me veas. Eres tú quien me da la vida”.

Ema comprendió que sólo en sus sueños o cuando ella escribía sentía esa profunda emoción de felicidad que le hacía percibir esos reinos sutiles que ella recreaba en su imaginación.

Entendió que había una realidad paralela a la que ella tenía acceso solamente cuando dejaba fluir esa increíble creatividad, y que se cortaba cuando se lo contaba a alguien más, o permitía que la tristeza la invadiera.

A partir de entonces, Ema conservó como un secreto su relación con los maravillosos seres que ella conocía a través de sus cuentos y sus sueños. Sólo la libreta mágica podía saber todos sus secretos.

Talleres de Escritura Introspectiva


Este Taller es un viaje de auto-descubrimiento, en el que la escritura se convertirá en tu mejor herramienta para explorar tu mente, tus recuerdos, tus sueños, tus capacidades escondidas. El Taller te ofrece la experiencia de poderte observar desde distintos enfoques (primera persona, segunda persona, tercera persona), así como aprender a utilizar herramientas de diversos géneros literarios que te permitirán construir personajes verosímiles, sólidos, que conmuevan a los lectores.

Hacemos ejercicios de escritura grupales, pero también personalizados, según el requerimiento de cada participante. Los ejercicios están siempre orientados a desarrollar la creatividad, la introspección, la creación de personajes, la narrativa, la poética, el ritmo, la auto-expresión.

Este Taller está dirigido a ti:

  • Si encuentras en la escritura tu manera personal de auto-expresarte.
  • Si quieres empezar a vender tus artículos, o participar en concursos literarios.
  • Si quieres aprender a crear personajes y contar historias convincentes.
  • Si quieres escribir desde tu verdadera esencia, y no desde el intelecto
  • Si quieres re-organizar tus memorias, recapitular tu vida comprender y sanar.
  • Si tienes buenas historias que contar y crees que merecen la pena ser contadas.
  • Si quieres transformar los momentos difíciles en aprendizajes usando la escritura
  • Si quieres desbloquear tu creatividad, auto-empoderarte de tu propia historia.
  • Volver a ser protagonista de tu vida.

 Mail: marcenoriega@gmail.com

Wasap: 098 5838 447

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Comentarios sobre el Taller de Escritura Introspectiva

Al final del Taller, hacemos una lectura pública para que los familiares y amigos de nuestros autores, así como el público general, disfruten de los textos producidos en el Taller.  Pueden informarse de los eventos siguiéndome en Facebook: Marcela Noriega.