Del tintero del salmista


Escribí este poemario, en máquina de escribir, cuando tenía 19 años. Es uno de los 4 poemarios que conforman el libro «Versos desordenados por el silencio», que reúne 1.500 versos. Con este libro, que nunca fue publicado, gané el segundo lugar de la Bienal de Poesía Ecuatoriana, Ciudad de Cuenca, 1999. Está inspirado en la visión intuitiva que, por entonces, tenía del Creador y mi búsqueda de una conexión con esa presencia. He recuperado y transcrito estos textos como un recordatorio de aquellas antiguas visiones de mi alma. Lo he incluido en el apartado de «Poesía Mística».

“Y el resplandor fue como la luz:

Rayos brillantes salían de su mano

Y ahí estaba escondido su poder.

Se levantó y midió la tierra; miró

E hizo temblar a las gentes.

Los montes antiguos fueron desmenuzados

Los collados antiguos se humillaron.

Sus caminos son eternos”.

Oración del profeta Habacuc

I

Mis pasos hicieron que mi noche llegase

Fui adicta a la canela y a las pulseras de colores

Mis telarañas visuales me reflejaban

Un firmamento en forma de marejadas de espanto

Múltiples rocas dispersas entre la espuma

Mi alma atravesada por las agujas del tiempo

En mi cuerpo no existían claraboyas

Todo me negaba ver la luz

Los años borrarán mi soledad,

                              Solía pensar

El tiempo acabará con las letras

Que me conforman

Tu voz, en palpitante cercanía

Desenterró mis restos y mi arcilla

Borró mi nombre los obituarios

                            Para siempre

Pasaste junto a mí y dijiste ¡Vive!

Lavaste mis heridas con el jugo de tu vid

En medio de estos tiempos

Tú viniste para quitar la inundación de mi cuerpo

Es amarga la voz el mundo

Días de angustia y de aprietos

De asolamiento y de oscuridad

Muchos días y más días nublados

Y de entenebrecimiento

Con ira has hollado la tierra

Me estremezco y mis labios tiemblan

Viendo tu poder

Cercano está el día grande

Ni la plata ni el oro librarán a los inicuos

Andarán como ciegos y su sangre

Será como polvo

Mas tú me protegiste

Aunque la higuera no florezca

Ni existan más el sol o la noche

Mis pies estarán firmes

Y aún con linterna buscaré tu rostro.

II

Yo vivo en una ciudad fortificada

Con muros altos y muchos callejones

Pero sitiada por la desolación

Nadie puso sobre mi ciudad

Nacida de agua dulce y salada

Joyas ni vestidos de seda

Nadie la atavió con adornos ni brazaletes

Mi ciudad no fue lavada en su nacimiento

Ni le fue cortado el ombligo

No hubo ojo que se compadeciera de ella

Sino que fue menospreciada

Y entregada a estafadores religiosos

Nació sucia y creció desnuda

La desnudaron manos amantes de su oro

Todos robaron algo de ella

En sus plazas se levantaron imágenes de hombre

Y la ciudad fornicó con ellas

Sus hijos e hijas fueron entregados con ofrendas

Su corazón es inconstante, porque nunca

Fue educada

Como una mujer adúltera en lugar de a su marido

Recibe a ajenos

Mi ciudad no se llama Jerusalén

Pasa, dios de la matriz fértil

Y viste a mi ciudad desnuda

Hazla hermosa y tuya

Ponle collares en el cuello y zarcillos

En sus orejas

Y una hermosa diadema en su cabeza

Te invito a mi ciudad, señor de los pueblos.

III

Hacedor del soplo en mi nariz

Y los contornos a la deriva

Me creaste hace veinte millas cósmicas

Corté mi respiración sin preguntar nada

He deambulado por desiertos

De espinosos crucifijos

Vagado por ondas creadas por tus pisadas

¡Cuántas distancias recorrí

hasta llegar a tu rostro!

Desnuda y hambrienta de tu palabra

Apresa mi corazón por última vez

Pon en mi dedo el anillo de tu fidelidad

Tú eres el único que me libra

De mis sombras y desafueros

De todo me puedo desasir, menos de mi alma

¡Qué hermosas son las sandalias que me diste

Para ir en pos de tu nombre!

IV

Esperaré aquí sentada

A que la última lluvia se lleve mi rostro

Alcé mi cabeza

Y abrí mis puertas

Me despojé de mi edad

Y de mis libros

Tinieblas y luz

Son hermanas delante de ti

Despierto, y aún estás conmigo

No como el amante

Que me dejó después de mi última muerte.

V

Mi padre y mi madre

En tu portal me abandonaron

Saliste y me pusiste nombre

¿Por qué uno tan gastado?

Hubiera preferido llamarme Selah o Alef

Nómbrame como quieras

Dálet, Vau, Tasde,

Piedra, monte, mujer

Alcé mis manos y fueron amadas por ti

Te entregué el polvo de mi cuerpo

En el agujero de la peña lo escondiste

Reconstruiste mi templo

Con la miel de tu panal

Y la sal del alfolí

Aunque la visión tardará por llegar

Aún por un tiempo

Todo se apresura hacia el fin

Sobre mi guarda estaré

Esperando a que el Sol y la Luna

Se paren en su lugar

Y el abismo dé su voz.

VI

Las aguas han entrado hasta el alma

Inundación y sumergimiento

Hundido hasta el fondo está mi rostro

Mis ojos desfallecieron

De tanto buscar tu Espíritu

Estoy anegada, cubierta toda

Con cieno y aguas de confusión

Tu serás mi Redentor

Haré memoria de tu justicia

Porque los hombres taparon la boca

Del pozo

Y oscurecieron aún más mi vista

Mi tropiezo para ellos es canto

De bebedores.

VIII

Las lunas nuevas y viejas

Las fiestas carnavalescas, los brazaletes

Y amuletos

Manos alzadas a hombres

Y pirámides de cemento

Te pido perdón Señor

Estás cansado de soportar nuestros insultos

No te sirven nuestros deseos de buena

Voluntad

Como la nieve serán emblanquecidos

Y como la lana

Los que quisieran oír tu voz

Déjame comer de tu mano el pan de tu

Heredad

Porque la plata de los hombres es escoria

Que llaga la piel

Y su sidra ha sido mezclada

Para maldad

Todos usan el soborno y se adiestran como

Animales para matar

Creen en agoreros y ovnis

Pero yo creo en ti

Quiero llamarte Ishi

Consuelo y descanso

Nuestros padres pecaron y murieron

El aliento de nuestras vidas no se

Ennegrecerá

Las piedras del santuario están esparcidas

Por las encrucijadas

De todas las calles

Es tiempo de recogerlas para ti.

IX

Por estos días los hombres buscan la vida

Sin hallarla

Porque la vida se les escondió

Porque confías en tu soledad diciendo

“Nadie me verá”

Tu oscura filosofía te engañó al decirte

“Tú y nadie más”

Ninguno está solo

Todos necesitamos de luz

Pon tu rostro como un pedernal

Y no habrá quién contienda contigo

Todos los sueños se envejecerán como

                                         ropa de vestir

y serán comidos por la polilla

Es igual estar muerto que ser vano

                                     de pensamiento

¿De dónde sacaste el oro y la grana

para hacerte tus dioses?

Te los echaste al hombro

Y los contemplaste largo rato

Les gritaste y no respondieron

Acuérdate de lo pasado y de lo antiguo

Para que no yerres nuevamente

La vida no se escondió en la madera

                                      Ni en el papel

Se escondió en la misma vida

Que fue desde el principio

En el que habló e hizo

En el primero y también último.

X

Aún el polvo de mis huesos te llama

Mi delicadeza te diera por un grano

                                          De tu fuerza

Clamé a tu nombre diciendo

¡Eli, Eli, lama sabajtani!

De pronto, tu voz inundó

Mi incertidumbre

Y aparecí recostada en tu redil

Pastor de ovejas desvanecidas

Y hambrientas de justicia

En mi huida coseché mucho frío

Y signos de interrogación por doquier

A ti no te importó mi pasado

Solo quisiste secar mis lágrimas

Y hacerme descansar en tu cobijo

Del trono a la cruz descendiste

Por hombres indolentes

Aún sin cielo te creería

Y aún sin pies iría tras de ti.

XI

El crisol prueba la plata

Y la hornaza el oro

¿A mí quién me probará?

¿Acaso serás tú, madrugador de la mañana?

Quisiera no tener consciencia

Esa palabra insípida y sádica

Siempre juega conmigo

Me examina, me hurga, me entristece

Nunca se va

Es más fuerte que un tatuaje

                               En los años

Es mi sello

Mi enemiga y mi madre al mismo tiempo

El oído que me oye y el ojo que me ve

Eres tú

Como rugido de león es tu voz

Me estremece

Hace que esconda mi desnudez

                                         Impura.

¿Quién podrá decir:

Yo he limpiado mi corazón

Palabras falsas y vanas

En el poder de la lengua están la vida y

                                                 La muerte.

XII

Todos pecamos, pueblo de dura cerviz

Sepulcros blanqueados

Hijos sin padre y sin patria

¿Le diste alguna vez a tu prójimo

                                     De tu vino

para ver su desnudez?

¿Te acostaste alguna vez con la mujer ajena?

¿Salió de tu boca el cianuro de la mentira?

Lo primero es sentir que se avecina el dolor

Todos sufrimos, pueblo olvidado

Sepulcros removidos

Hijos pródigos y sin esperanza

¿Le diste alguna vez las gracias a tu hermano

por olvidar tus errores?

¿Te acostaste alguna vez con fe

                        en lo que se avecina?     

¿Salió de tu boca el antídoto de la mentira:

el perdón?

He invocado tu nombre

Por penúltima vez

Desfallezco sin saber mi sentencia

No tardes

Recoge estos harapos

Antes de que la muerte vuelva. 

XIII

Conozco filisteos de fin de siglo

Enormes gigantes llenos de pelos

En cada uno guardan una rencilla

Y una venganza

Hace más de dos mil años nacieron

Y siguen igual

Ahora visten distinto

Pero la podredumbre va por dentro

Sé de fariseos que recitan catecismos

De memoria

Alucinados con la venida del antiCristo

Sueñan con beatificaciones de apóstatas

Y escribas

Príncipes sempiternos en su mentira

Se saben muertos

Por eso hablan a las piedras bruñidas

Frías bazofias

La palingenesia del bien es eterna

Es ascua sagrada para las mentes escogidas

Y las pupilas de oro

Feliz tú

Que te extasías contemplando un crepúsculo

O cimbras en una tempestad

Los ídolos y el fanatismo están condenados

A ser segados en el tiempo de la siega

Por el dueño de la hoz

Pero el hombre de fe

Aunque esté muerto

Olvidará las sepulturas terrenales

Y vivirá sin ser quebrantado.

LA CAÍDA DEL MUNDO NO ES LA CAÍDA DE LA TIERRA


⭐️🌟✨🌎⭐️🌟✨🌎

El mundo arde en las llamas antiguas de su propia maldad

El karma colectivo pisa los pies de los que no supieron oír

La Luz irradia poderosos rayos que encandilan los ojos

Los ciegos ven y tropiezan los incrédulos

El llamado a despertar es urgente

―Compasión y Perdón

A los corruptos se les caen las máscaras,

sus vergüenzas son expuestas a los cuatro vientos

Perseguidos ellos, sus mujeres, sus hijos y sus nietos

Los religiosos muestran sus colmillos ensangrentados

―Sangre de niños inocentes

Son los adoradores de Moloch, que huyen en estampida

―Van por ellos

Ha llegado la hora de pagar las cuentas en el lago de fuego

Todo dios será derribado de sus altares

―Se termina la idolatría

Los estertores de las grandes ciudades

me llegan a través de cables

Las ratas bailan desnudas detrás del Flautista

―Sus conciertos se llenan

Veo gente quemando lo que antes desearon comprar en las tiendas

Destruyen todo, llenos de ira, de hambre y deseos de venganza

Sin gas, sin energía, sin comida, ya no tienen nada que perder

Veo risas congeladas en los rostros de los niños de cristal

Escucho llantos de gente despistada en medio del incendio

Sus jaulas han sido quemadas

―Ahora son libres, pero no lo saben

Le temen al vacío ―Necesitan del ruido, las instrucciones y las rejas

Muchos salen de sus cuerpos y levitan

―Buscan una guía, una puerta

Desde la distancia, desde la montaña, desde la nada

Miro la caída de las sombras,

el colapso del milenario engaño

Sentada en un viejo cojín mullido, en pantuflas, en silencio

Mientras bebo a sorbos una infusión de manzanilla y canela

Observo el colapso con una calma intensa

Los gritos del mundo cesan entre los árboles

Me levanto, camino, avanzo al río

― Alivio y desapego

Los eucaliptos se remecen con los vientos del norte

Las ardillas corretean, mientras chillan como puertas viejas

Las rápidas aguas se diluyen entre piedras poliformes

En las ramas con pequeñas agujas,

las naranjillas maduras se ofrecen

Es Luna Llena, momento de recolectar los frutos

―Gratitud y Abundancia

En los árboles de troncos delgados,

los limones gordos piden soltarse

Frambuesas silvestres me salen al paso

Y bebo de los maracuyás que caen de las enredaderas

―Belleza y Exuberancia

Todo está vibrando, todo se entrega

―Generosidad y Armonía

Canta la existencia en cada flor, en cada fruto, en cada semilla

La canción del corazón que se renueva de vez en vez

La caída del mundo no es la caída de la Tierra

La Tierra prevalecerá como siempre lo ha hecho,

Y también lo harán quienes dentro de ella se protejan.

Las profecías de Peniel


 

LAS PROFECÍAS DE PENIEL

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I

Hubo transcurrido más de trescientos años

después de mi última vida

cuando los cuatro vientos que se presentan

ante el Hombre soplaron en mi rostro

diciendo:

“Profetiza acerca de la suerte

que los antiguos dioses de piedra / trasgos

y el ángel que se sienta

sobre los abismos / Abadón

correrán

escribe como te fue mandado

por el dueño de los siete ojos

que recorren los planetas flotantes y los reinos

hundidos y aún no crismados.

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Navega hasta la ciudad de la Verdad

y en el mes noveno / Quisleu/

maldecirás a todos los usurpadores y demonios

que revolotean en el polvo

y en la mente de los ejércitos humanos.

II

Las colas de los escorpiones serán cortadas

por tu mano morirán los súbditos de Apolión

El poder de la Omega te cubrirá

la luz que brilla desde las Pléyades

estará sobre ti como un escudo

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Se te dará una espada con dos filos

para que cortes la cabeza de Asera

y tejas con sus cabellos una trenza

que le dará la vuelta a los ochenta

mundos antiguos

y latigueará a los babilónicos que ríen

en sus habitaciones y guaridas

en las que atesoran maldades y vino

hecho de fornicaciones y plagas.

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III

La voz de los arpistas te dará la señal

la luz de la gran lámpara será re-encendida

para mostrarte el camino

No temas porque yo te puse nombre: Peniel

te mandé para que abrieras los ojos de los ciegos

para que anuncies las cosas postreras

la muerte de los gigantes

y de los reptiles rastreadores de inocencia

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He quitado de tu cuerpo tus viles vestiduras

te atavié con estaño y lino fino

puse una mitra limpia sobre tu cabeza

y te coloqué en la puerta de mis atrios.

 

Aúllen cipreses del Líbano

porque me han enviado para tomar

posesiones de cetros y coronas.

IV

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El tercer viento me llevó al monte Kailash

allí encontré los rollos sagrados

escritos con signos hindúes

alcé mis ojos y vi a los tres dioses

que no crean vida pero sí la maldicen

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Vi altares remotos

hechos por hombres con marcas de sangre

en sus frentes y manos

hechas por los holocaustos a las piedras

con rostros re-encarnados

¡Salgan todos! habitantes del templo

de los muertos

El ejército y las aves del cielo

vienen a derribar efigies

y a echar fuera pestilencias.

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V

Sobre este mármol historiado posa tus ojos

La escena exige suspiros de hetairas en celo

Estoy frente al hombre de la corriente subterránea

reposando en actitud taciturna

desconoce su propia inexistencia

solo se deja acariciar por las manos lúdicas

de las prostitutas sagradas

regalo de los dioses lascivos

del más viejo continente

Todos aman a este ser de fábula terrorífica

es el dios Mitra, luz, calor y fecundidad

hecho de agua, cieno y muertes

de vírgenes y niños

El mistral mediterráneo sopla ferozmente

mueve mis cabellos desafiantes

ante el ciclópeo ídolo

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El Seol y el Abadón nunca se sacian

Yo te conjuro espíritu del dios irreverente

a descender hasta el fondo de todos

los pozos del Hades.

VI

Con el quinto color del espectro solar

mis ojos avanzan

En medio de una taifa

doy empujones por no ser tocada

Alguien embalsama el cuerpo de un difunto

Esta ciudad está llena de efigies y avenidas

como una gran caracola que emite

sonidos ancestrales

me trae recuerdos de mis fabulaciones inconscientes

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Se llama Luxor

las cámaras funerarias me dan la bienvenida

aquí, las tumbas son más importantes que las vidas

de los famélicos adoradores

Mi éxtasis dura más de lo que puedo soportar

el aire pesado como fuego comprimido

en una jaula de hierro

va saliendo poco a poco

queriendo asfixiar mis palabras

Mi piel se reseca tanto como la tierra

mis pechos le ceden espacio al calor

del horno y los carbones encendidos

¿Contra quién peleo?

Los dioses duermen en sus muertes eternas

los espíritus gimen por la presencia de su hacedor

es una guerra dispar

en la que yo soy una gacetillera de delirios

Bajo mi cabeza

ante tanta vastedad.

 

VIII

Y toda isla huyó, y los montes

no fueron hallados.

Sangre como de muchos muertos

contaminó el mar

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Los niños corriendo salieron de las aguas

El cáliz de la gran ciudad fue derramado

sobre los hijos de este tiempo

Todo el contenido fue echado en los suelos fríos

inservible vino contaminado con muerte

los últimos sápiens se bebieron todo

incluso las lágrimas de sus padres

Los demonios con caras angélicas se quitaron

los velos, las máscaras y las túnicas

ante los ojos de los moradores de la Tierra

y los todavía seres humanos

no se arrepintieron de sus crímenes

sino que maldijeron la existencia de su creador.

 

VIII

Las sandalias que mis pies arrastran

mueren a ratos de cansancio

siempre odié los caminos polvosos

que conducen a los pantanos

y a las habitaciones de los demontres

a los bultos arcádicos y babilónicos

con sonrisas de placer humano

y de piedra labrada

Mi temor de viajero es no volver

 

El dios Brahma grita desde sus antiguas cuevas

donde el sol nunca quiso ser visto

No lo visito desde hace tres mil

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en cada uno escribí un poema védico

una sátira llena de risas de Eva

en honor a su muerte

sin resurrección.

 

IX

El mamotreto de mis viajes

está lleno de vidas de cuentistas

Recuerdo haber perdido mi alma

en el monte Ararat

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Para recuperarla, caminé hacia la fría cima

escuchando los silbidos del erial

Me seguían de cerca los pies del Dios invisible

iban aplastando las nubes

con sus pasos enormes y descalzos

 

Un nativo taheño divulgó mis profecías

en los reinos Taipes

Tuve que huir hacia los océanos malayas

hacia el interior de la arena húmeda

El azor volaba persiguiendo mi muerte

conviví con caracoles y cangrejos rojos y zarcos

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Las grandes solemnidades a los sombríos bultos

me hacen querer morir entre los

desacomodados cielos.

X

Es la hora sexta en mi reloj de arena

hora de proclamar el grito de guerra

hora de salir al campo y avisar del aluvión que se acerca

Y el cielo se desvaneció como un pergamino

que se enrolla

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Corrí con todas mis fuerzas

intentaba dejar atrás

los ríos secos y los enormes escorpiones

que surgieron de todas las grietas del mundo

Llegué a la ciudad estigma para escuchar sus maldiciones

Todo estaba destruido, cayéndose los vidrios

aplastándose contra la realidad las ilusiones

Me hacía llorar el ruido de tantos

gritos y tantas muertes

fecha-apocalipsis

El reinado de los perversos estaba cayendo

la gente que en ellos creyó también sucumbía

cedieron su poder a cambio de promesas

misas, hostias y catecismos

Bebieron su vino envenenado

 

Los que llevan la cruz en el pecho

son áspides vestidas con túnicas

manchadas de sangre de niños.

Son los antiguos sacerdotes de Tamuz,

adoradores de los dioses-pez

Fueron sentenciados al exterminio

58

 

 

Llegué a la torre desde donde daría la voz

el viento del Creador

 

Todo era confuso y las tinieblas huían

emitiendo alaridos espantosos

como en el día de la caída del lucero bello

como en el día de Madián

El anciano se sentó y dio la voz al adalid

Ambos ejércitos se enfrentaron

No murió ninguno de los espíritus

solo los hombres que aún vivían cerca del mar.

 

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XI

Llegué al adoratorio pagano llamado Tofet

cerca de la ciudad de los atardeceres áuricos

Me recibió un sacerdote persa zoroastro

Elimas Barbelial

yo iba en busca de las piedras

y los collares de colores que olvidé

en el templo de los nicolaítas

el invierno pasado

Elimas vio la marca de su enemigo

en mi frente

me llevó al desierto y me dejó

entre la arena y el fuego

que del cielo descendía

entre las serpientes y halcones que conversaban

sobre el año de mi nacimiento

fuego cae

Elimas corrió

pero una lanza atravesó sus predicciones

el arquero fue el querubín que hace veinte años

no veía.

 

XII

Las estampas, los amuletos crisólitos

y las piedras de agüero

que los dioses y demonios cuelgan

en los cuellos de los que maman

del mal de la vacuidad

han sido rotos y pisados en todas las calles

de la Ciudad de David

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Los ángeles que vigilan las serpientes

masticaron los incontables huesos

de los últimos muertos

y solo dejaron escombros y sándalos

que con el sol del milenio

mis manos harán germinar.

 

XIII

Duerme río Alfeo

amante silencioso de las doncellas de la Arcadia

Thomas Cole - Dream of Arcadia

Me retiro de tus aguas condenadas

a ser bebidas

por el espíritu de la barba blanca y agorera

de maleficios

No te regalo mi desnudez ni mi pálida

tez asustada

eres cómplice de mis miedos y estremecimientos

La oscuridad de tus profundidades

desviste mis palabras

He venido para maldecir el sepulcro de tus días

y las adoraciones de los hombres/cruces.

 

XIV

Rumores de lenguas distintas

lágrimas que descienden del río

mujeres que se desmayan al leer epitafios.

 

Llevo un brazalete azul en mi mano derecha

como novia adornada atravieso los atrios

con una antorcha que me alumbra los silencios

Beula es mi nombre

Soy la virgen detrás de los muros

no le doy tregua al ladrón del santuario

espero a mi amado perfumada con áloes

y canela

la gargantilla de mi cuello ansía ser arrancada

por las manos del que desnuda los cielos

de zodiacos y cataclismos

Pasad por las puertas

Allanad la calzada, quitad las piedras

Alzad pendón en los pueblos.

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XV

¿Por qué es rojo tu vestido y tus ropas

como del que ha pisado el lagar?

(Isaías 63:2)

 

Nadie lo ve desembarcar

Nadie lo espera

Es una mañana de rocas azafrán

el mar da bostezos y latigazos de sal

entre lágrimas de lluvia el extranjero irrumpe

en la tierra de los que gimen

Sus pisadas son premoniciones

lleva llagas en su costado

encrucijadas de amor son sus ojos

hermoso entre tantos truenos tachonados

de plata

¡Forastero!

Heme aquí en el planeta de mis ficciones

¡Rescátame!

Lo sigo mientras él da órdenes a los demonios

de callar y descender a los abismos

Con el espíritu de sus labios hiere a los hechiceros

y quema a los terafines

con la vara de su boca a los hijos de Belial

el ocultismo

Me lleva a la entrada del atrio

a la casa del banquete

Su bandera sobre mí es amor

Los ídolos y dioses no cobraron vida

ante ningún ojo

las ruinas de las cavernas

el tártaro y sus murciélagos

han sido esparcidos por el extranjero

 

El oro de Ofir empezó a brillar en la Ciudad de la Cúpula

y el lago de azufre fue lleno de las víboras

que pueblan los confines.

 

XVI

El pueblo que andaba en tinieblas

vio gran luz

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Confieso que conozco al extranjero

tiene la voz de mi amado

él va delante derribando templos y sortilegios

sé que quiere cercana mi presencia

él es el dueño de los horizontes y todas

las visiones

Dejamos las tierras de agonía y las interminables pestes

los arenales con aguas de sangre

Ya no necesitaré más mis sandalias ni brazaletes

mis sándalos han vuelto a nacer

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El tumulto de la batalla terminó

Él cortó la cabeza y la cola

la rama y la caña en un mismo día

los despojos de los dioses fueron quemados

todo manto revolcado con muerte

fue echado al fuego

 

Él trajo mi alma desde aquel monte lejano

Tras la puerta y el umbral puse mis recuerdos

me descubrí y ensanché mi tálamo

hice con él un pacto

dentro de los muros de sus atrios

fui la virgen Beula,

la desposada con el profeta.

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Escribí este poemario cuando tenía alrededor de 21 años. Está basado en las visiones poético-apocalípticas que por entonces ya tenía. Estas visiones venían de manera espontánea en sueños o en vigilia, y se corresponden con mi comprensión cósmico-teológica de aquel entonces, alrededor de los años 1999-2000, justamente en el cambio de siglo. Se trata de un poemario donde la voz poética confronta a los dioses y demonios, que parecieran ser lo mismo. Es interesante saber que en aquella época no existía el Internet, o al menos yo no tenía acceso a él, así que algunas referencias son bíblicas. La Biblia era el libro que más me apasionaba a esa edad.

El nombre Peniel significa «el rostro de Dios». Era un seudónimo que utilizaba en esa época, y se refiere al lugar donde Jacob (patriarca de Israel) luchó con el ángel de Dios (Gn 32:24-32). La ubicación exacta no es conocida, aunque estaba al este del río Jordán.

Recuperé este poemario escrito a máquina, porque por entonces yo no tenía computadora, lo transcribí y ahora por primera vez lo hago público.