Escribí este poemario, en máquina de escribir, cuando tenía 19 años. Es uno de los 4 poemarios que conforman el libro «Versos desordenados por el silencio», que reúne 1.500 versos. Con este libro, que nunca fue publicado, gané el segundo lugar de la Bienal de Poesía Ecuatoriana, Ciudad de Cuenca, 1999. Está inspirado en la visión intuitiva que, por entonces, tenía del Creador y mi búsqueda de una conexión con esa presencia. He recuperado y transcrito estos textos como un recordatorio de aquellas antiguas visiones de mi alma. Lo he incluido en el apartado de «Poesía Mística».
“Y el resplandor fue como la luz:
Rayos brillantes salían de su mano
Y ahí estaba escondido su poder.
Se levantó y midió la tierra; miró
E hizo temblar a las gentes.
Los montes antiguos fueron desmenuzados
Los collados antiguos se humillaron.
Sus caminos son eternos”.
Oración del profeta Habacuc
I
Mis pasos hicieron que mi noche llegase
Fui adicta a la canela y a las pulseras de colores
Mis telarañas visuales me reflejaban
Un firmamento en forma de marejadas de espanto
Múltiples rocas dispersas entre la espuma
Mi alma atravesada por las agujas del tiempo
En mi cuerpo no existían claraboyas
Todo me negaba ver la luz
Los años borrarán mi soledad,
Solía pensar
El tiempo acabará con las letras
Que me conforman
Tu voz, en palpitante cercanía
Desenterró mis restos y mi arcilla
Borró mi nombre los obituarios
Para siempre
Pasaste junto a mí y dijiste ¡Vive!
Lavaste mis heridas con el jugo de tu vid
En medio de estos tiempos
Tú viniste para quitar la inundación de mi cuerpo
Es amarga la voz el mundo
Días de angustia y de aprietos
De asolamiento y de oscuridad
Muchos días y más días nublados
Y de entenebrecimiento
Con ira has hollado la tierra
Me estremezco y mis labios tiemblan
Viendo tu poder
Cercano está el día grande
Ni la plata ni el oro librarán a los inicuos
Andarán como ciegos y su sangre
Será como polvo
Mas tú me protegiste
Aunque la higuera no florezca
Ni existan más el sol o la noche
Mis pies estarán firmes
Y aún con linterna buscaré tu rostro.
II
Yo vivo en una ciudad fortificada
Con muros altos y muchos callejones
Pero sitiada por la desolación
Nadie puso sobre mi ciudad
Nacida de agua dulce y salada
Joyas ni vestidos de seda
Nadie la atavió con adornos ni brazaletes
Mi ciudad no fue lavada en su nacimiento
Ni le fue cortado el ombligo
No hubo ojo que se compadeciera de ella
Sino que fue menospreciada
Y entregada a estafadores religiosos
Nació sucia y creció desnuda
La desnudaron manos amantes de su oro
Todos robaron algo de ella
En sus plazas se levantaron imágenes de hombre
Y la ciudad fornicó con ellas
Sus hijos e hijas fueron entregados con ofrendas
Su corazón es inconstante, porque nunca
Fue educada
Como una mujer adúltera en lugar de a su marido
Recibe a ajenos
Mi ciudad no se llama Jerusalén
Pasa, dios de la matriz fértil
Y viste a mi ciudad desnuda
Hazla hermosa y tuya
Ponle collares en el cuello y zarcillos
En sus orejas
Y una hermosa diadema en su cabeza
Te invito a mi ciudad, señor de los pueblos.
III
Hacedor del soplo en mi nariz
Y los contornos a la deriva
Me creaste hace veinte millas cósmicas
Corté mi respiración sin preguntar nada
He deambulado por desiertos
De espinosos crucifijos
Vagado por ondas creadas por tus pisadas
¡Cuántas distancias recorrí
hasta llegar a tu rostro!
Desnuda y hambrienta de tu palabra
Apresa mi corazón por última vez
Pon en mi dedo el anillo de tu fidelidad
Tú eres el único que me libra
De mis sombras y desafueros
De todo me puedo desasir, menos de mi alma
¡Qué hermosas son las sandalias que me diste
Para ir en pos de tu nombre!
IV
Esperaré aquí sentada
A que la última lluvia se lleve mi rostro
Alcé mi cabeza
Y abrí mis puertas
Me despojé de mi edad
Y de mis libros
Tinieblas y luz
Son hermanas delante de ti
Despierto, y aún estás conmigo
No como el amante
Que me dejó después de mi última muerte.
V
Mi padre y mi madre
En tu portal me abandonaron
Saliste y me pusiste nombre
¿Por qué uno tan gastado?
Hubiera preferido llamarme Selah o Alef
Nómbrame como quieras
Dálet, Vau, Tasde,
Piedra, monte, mujer
Alcé mis manos y fueron amadas por ti
Te entregué el polvo de mi cuerpo
En el agujero de la peña lo escondiste
Reconstruiste mi templo
Con la miel de tu panal
Y la sal del alfolí
Aunque la visión tardará por llegar
Aún por un tiempo
Todo se apresura hacia el fin
Sobre mi guarda estaré
Esperando a que el Sol y la Luna
Se paren en su lugar
Y el abismo dé su voz.
VI
Las aguas han entrado hasta el alma
Inundación y sumergimiento
Hundido hasta el fondo está mi rostro
Mis ojos desfallecieron
De tanto buscar tu Espíritu
Estoy anegada, cubierta toda
Con cieno y aguas de confusión
Tu serás mi Redentor
Haré memoria de tu justicia
Porque los hombres taparon la boca
Del pozo
Y oscurecieron aún más mi vista
Mi tropiezo para ellos es canto
De bebedores.
VIII
Las lunas nuevas y viejas
Las fiestas carnavalescas, los brazaletes
Y amuletos
Manos alzadas a hombres
Y pirámides de cemento
Te pido perdón Señor
Estás cansado de soportar nuestros insultos
No te sirven nuestros deseos de buena
Voluntad
Como la nieve serán emblanquecidos
Y como la lana
Los que quisieran oír tu voz
Déjame comer de tu mano el pan de tu
Heredad
Porque la plata de los hombres es escoria
Que llaga la piel
Y su sidra ha sido mezclada
Para maldad
Todos usan el soborno y se adiestran como
Animales para matar
Creen en agoreros y ovnis
Pero yo creo en ti
Quiero llamarte Ishi
Consuelo y descanso
Nuestros padres pecaron y murieron
El aliento de nuestras vidas no se
Ennegrecerá
Las piedras del santuario están esparcidas
Por las encrucijadas
De todas las calles
Es tiempo de recogerlas para ti.
IX
Por estos días los hombres buscan la vida
Sin hallarla
Porque la vida se les escondió
Porque confías en tu soledad diciendo
“Nadie me verá”
Tu oscura filosofía te engañó al decirte
“Tú y nadie más”
Ninguno está solo
Todos necesitamos de luz
Pon tu rostro como un pedernal
Y no habrá quién contienda contigo
Todos los sueños se envejecerán como
ropa de vestir
y serán comidos por la polilla
Es igual estar muerto que ser vano
de pensamiento
¿De dónde sacaste el oro y la grana
para hacerte tus dioses?
Te los echaste al hombro
Y los contemplaste largo rato
Les gritaste y no respondieron
Acuérdate de lo pasado y de lo antiguo
Para que no yerres nuevamente
La vida no se escondió en la madera
Ni en el papel
Se escondió en la misma vida
Que fue desde el principio
En el que habló e hizo
En el primero y también último.
X
Aún el polvo de mis huesos te llama
Mi delicadeza te diera por un grano
De tu fuerza
Clamé a tu nombre diciendo
¡Eli, Eli, lama sabajtani!
De pronto, tu voz inundó
Mi incertidumbre
Y aparecí recostada en tu redil
Pastor de ovejas desvanecidas
Y hambrientas de justicia
En mi huida coseché mucho frío
Y signos de interrogación por doquier
A ti no te importó mi pasado
Solo quisiste secar mis lágrimas
Y hacerme descansar en tu cobijo
Del trono a la cruz descendiste
Por hombres indolentes
Aún sin cielo te creería
Y aún sin pies iría tras de ti.
XI
El crisol prueba la plata
Y la hornaza el oro
¿A mí quién me probará?
¿Acaso serás tú, madrugador de la mañana?
Quisiera no tener consciencia
Esa palabra insípida y sádica
Siempre juega conmigo
Me examina, me hurga, me entristece
Nunca se va
Es más fuerte que un tatuaje
En los años
Es mi sello
Mi enemiga y mi madre al mismo tiempo
El oído que me oye y el ojo que me ve
Eres tú
Como rugido de león es tu voz
Me estremece
Hace que esconda mi desnudez
Impura.
¿Quién podrá decir:
Yo he limpiado mi corazón
Palabras falsas y vanas
En el poder de la lengua están la vida y
La muerte.
XII
Todos pecamos, pueblo de dura cerviz
Sepulcros blanqueados
Hijos sin padre y sin patria
¿Le diste alguna vez a tu prójimo
De tu vino
para ver su desnudez?
¿Te acostaste alguna vez con la mujer ajena?
¿Salió de tu boca el cianuro de la mentira?
Lo primero es sentir que se avecina el dolor
Todos sufrimos, pueblo olvidado
Sepulcros removidos
Hijos pródigos y sin esperanza
¿Le diste alguna vez las gracias a tu hermano
por olvidar tus errores?
¿Te acostaste alguna vez con fe
en lo que se avecina?
¿Salió de tu boca el antídoto de la mentira:
el perdón?
He invocado tu nombre
Por penúltima vez
Desfallezco sin saber mi sentencia
No tardes
Recoge estos harapos
Antes de que la muerte vuelva.
XIII
Conozco filisteos de fin de siglo
Enormes gigantes llenos de pelos
En cada uno guardan una rencilla
Y una venganza
Hace más de dos mil años nacieron
Y siguen igual
Ahora visten distinto
Pero la podredumbre va por dentro
Sé de fariseos que recitan catecismos
De memoria
Alucinados con la venida del antiCristo
Sueñan con beatificaciones de apóstatas
Y escribas
Príncipes sempiternos en su mentira
Se saben muertos
Por eso hablan a las piedras bruñidas
Frías bazofias
La palingenesia del bien es eterna
Es ascua sagrada para las mentes escogidas
Y las pupilas de oro
Feliz tú
Que te extasías contemplando un crepúsculo
O cimbras en una tempestad
Los ídolos y el fanatismo están condenados
A ser segados en el tiempo de la siega
Por el dueño de la hoz
Pero el hombre de fe
Aunque esté muerto
Olvidará las sepulturas terrenales
Y vivirá sin ser quebrantado.