En la cuna del sol


bebé

IMAGINA lo siguiente: eres un bebé de mes y medio. Estás en algún lugar silencioso y tibio, chupando el seno de tu madre. Aún no te has dado cuenta de que lo que chupas no eres tú, no es tuyo ni te pertenece. Sin embargo, está a tu disposición siempre. Lloras y lo obtienes. Tú crees que eso que chupas es una extensión de ti mismo, igual que tu dedo gordo del pie o de la mano. Nadie te lo ha preguntado, pero si fuese necesario lo defenderías en un tribunal: ese seno y tú están tan unidos que lo sientes como propio. No es que pienses en estas cosas, no tienes necesidad de hacerlo. El placer que experimentas es superior a cualquier interferencia mental. Te entregas a la satisfacción como algo sencillo, natural, algo que simplemente ocurre, como cuando flotas en el mar, o atardeces. Cuando el placer está en ti, la mente no tiene reparos. Se calla. 

Tú eres un recién nacido, nadie te ha dicho algo sobre el bien y el mal. Estás viviendo el estado del sentir, y no hay pensamientos que te perturben. De hecho, tu cerebro aún no está del todo formado, no hay izquierdo ni derecho, no hay dualidad. Eres puro corazón, puro pulsar. Eres tan inocente como una alcaparra, un árbol de eucalipto, o una coliflor.

Existes, y no eres una simple idea o un cúmulo de ellas, sino que eres a cada instante tú mismo. Se te puede tocar, oler, abrazar, amar, pero tú pones tus límites. Si no te gusta alguien, chillas. Si te hace daño algo, gritas. Si tu madre se aleja, lloras. Todo lo resuelves de esa manera y funciona. Al parecer, todos en casa están a tu servicio. Te haces caca encima y no hay ningún drama, vienen corriendo a limpiarte. Te sientes un rey, y hay razones objetivas que respaldan esta sensación. No eres como los adultos que aunque no les guste algo, igual bajan la cabeza y lo aceptan. O, si les hacen daño, les da lo mismo. Siguen y siguen su camino de auto-destrucción. Parece que se olvidaron de hacerse sentir, se olvidaron de sentirse a ellos mismos. Tú no eres así, tú eres auténtico. Y todos saben cómo eres: lo que te gusta, lo que te irrita, lo que necesitas, lo que te emociona.

Siempre se habla de ti en casa, cada movimiento tuyo parece contener gracia. Eres simpático, lo mismo para el tendero, como para el señor que cobra la renta, como para las amigas de tu madre. O para cualquiera que tenga la fortuna de verte. Tú no necesitas hacerte daño para llamar la atención, porque ya la tienes, sin hacer nada, simplemente con existir. Poco recordarás estos días placenteros cuando cruces el umbral hacia el más allá, cuando las normas y las obligaciones te hagan perder la memoria.

Eres un bebé de mes y medio y te sientes relajado y contento. Nadie se burla de ti, porque tú con un gesto los derrites. Ellos quieren tu pureza, tu energía, tu luz. Ellos quisieran ser tú: ser amados, consentidos, atendidos. Con una sola mirada, tú eres capaz de captar la atención de cualquiera que esté cerca, por más despistado o insensible que se crea. Si haces algún sonido, por mínimo que este sea, tendrás a alguien emocionado y si lo haces durante un tiempo prolongado, seguramente se formará un público al que podrás mantener cautivado el tiempo que quieras, hasta que te canses y vuelvas a tu universo de colores y estrellas fugaces. ¿Dónde queda ese universo del que vas y vienes a cada instante? ¿Por qué estás con nosotros solo un momento y luego te vas? ¿Qué hay allá que te hace sentir tan tranquilo?

Vives el presente como un ser cuyo único trabajo consiste en descubrir la vida. Te ves hermoso, y todos te lo dicen, a cada rato escuchas elogios, aunque no sabes qué significan las palabras, sientes la emoción en la boca de las personas. Te toman muchas fotos y en la familia no se habla de otra cosa que no sea de ti. Para algunos, eres lo más preciado que existe. Dime ¿qué se siente ser tú? ¿Qué se siente tener tanto poder?