Marcela Noriega: ‘La verdad está en el otro, no en el periodista’


Publicado en Diario La Hora, 17 de junio de 2019

Sección CULTURA

Por Abril Altamirano

VPC PORTADA

«La crónica te pasa factura en tu propia vida”, dice Marcela Noriega en su última obra: ‘Vivir para contar’, material de su taller de crónica dirigido al público juvenil. Desde 2009, la periodista y escritora guayaquileña encontró en este género la oportunidad de desarrollar una escritura involucrada con la gente, que devino en grandes cambios no solo en su carrera profesional, sino también en su percepción del mundo.

La principal enseñanza que le dejó el periodismo narrativo es el trabajo con la empatía: “Si no puedo sentir lo que el otro está sintiendo, no puedo escribir”, afirma. “Lo que hago es abrirme totalmente al sentimiento y que la historia me conmueva lo que me tenga que conmover”.

Noriega corre el riesgo de enfrentarse a la realidad ajena en total vulnerabilidad. “El cronista necesita sentir y cuando empiezas a escribir inicia una suerte de catarsis, empiezas a liberar ese dolor que no es tuyo realmente, sino del otro”.

El cronista, una presencia silenciosa
Para Noriega, encontrar la verdad en una historia depende por completo de la capacidad del cronista de escuchar y “privilegiar la voz del otro”, haciendo a un lado el ego y las ideas preconcebidas: “La verdad está en el otro, no en el periodista”, sostiene.

En una de sus crónicas más fuertes, ‘Puná Vieja, la tierra del Tin Tin’ -publicada en Mundo Diners en 2015-, Noriega fue testigo de las escenas desgarradoras de la pobreza. Ella mismo vivió el terror por la inseguridad y la violencia que imperan en la isla ecuatoriana; sin embargo, en el texto su presencia es casi invisible. Los personajes de la historia tienen todo el protagonismo.

“Nos enfrentamos con mafiosos, con drogadicción, un panorama terrorífico, fuimos a buscar al diablo, al Tin Tin, y lo encontramos -cuenta la autora-. No podíamos dormir del miedo que teníamos. Nada de eso está en la crónica contado de esa manera, pero se percibe el terror y eso es, yo creo, ese proceso de dejar tu ego a un lado”. La realidad de la isla Puná está contada de boca de sus habitantes, de los jóvenes que se enfrentan a un futuro ineludible de precariedad y vicios, así como de las mujeres que conviven con criminales y buscan salvar a sus hijos de su propio destino.

“Es la visión de quienes están construyendo esa realidad, el periodista casi no puede intervenir en ella, solo está ahí para narrarla, para reconstruir los pedazos”.

 


Poesía en todas partes
Noriega se inició en la escritura como poeta. Jugar con las herramientas del lenguaje se convirtió en su técnica predilecta a la hora de abordar textos narrativos de ficción y no ficción. “Hay cosas que no las puedes decir de otra manera, sino a través de la metáfora. Cuando ésta toca una fibra sensible tuya, puede suceder lo mismo con el lector”.

Autora de varios cuentos, de la novela ‘Pedro Máximo y el círculo de tiza’ y de los libros de crónica ‘Historias que contar’ y ‘Crónicas de San Bartolomé’, Noriega siempre vuelve a la poesía como un medio para expresar lo que el lenguaje común no alcanza a decir.

“Me di cuenta de que la poesía lo ligaba todo y le daba la emoción y la intención que necesitaba para construir una novela”, comenta. En los últimos dos años, se ha dedicado a escribir relatos cortos dirigidos al público infantil y juvenil.
Involucrarse en lo real
También ha trabajado en talleres con jóvenes de colegio, en los que imparte su método de ‘Escritura instrospectiva’: “Hago ejercicios para que se puedan conectar con su yo, que se aparten del ruido exterior, que entren en su ser creativo y desde ahí escriban”.

Su libro ‘Vivir para contar’ invita a los jóvenes a interesarse en la realidad de quienes los rodean. Más que un manual de crónica, la obra busca animar a los estudiantes a contar casos reales para sensibilizarlos. “Si ellos no se involucran con la realidad, ¿qué futuro hay? La idea es dejar de estar tanto en las nubes, en los jueguitos, en la pantalla, y poner los pies en la tierra”.

FRASE

Quiero que los jóvenes no se lo planteen como: ‘voy a escribir una crónica’; sino como: ‘quiero contar algo real’.  Marcela Noriega, periodista y escritora. 

David Beriain: los ojos humanos detrás de la guerra


LA TEN MOUNTAIN DIVISION DE LOS EE.UU EN LAS MONTAÑAS DE AFGANISTAN

Era marzo de 2003 y lo único que David Beriain (Navarra, 1977) quería era llegar a Irak. Estaba atrapado en el frente norte de Turquía. Había llegado hasta allí desde España con la intención de cubrir la inminente invasión estadounidense al país del Tigris y el Eúfrates. Tenía 24 años, reportaba para el diario La Voz de Galicia y se había empecinado en ir. Y en ir solo.

Cuando llegó a la frontera y vio que los pasos sirio (noroeste) y turco (norte) estaban bloqueados y que la guerra, del otro lado, ya había estallado, lo decidió: contrató a dos contrabandistas kurdos y se metió en el fondo de un camión como un inmigrante, respirando por cuatro agujeros de medio centímetro de diámetro. Lo dejaron en la aridez.

Caminó 15 horas por las montañas, esquivando a los agentes turcos y a las minas antipersona. Así se metió en el infierno. Entró a Irak. Estuvo entre fuegos de mortero, en tiroteos. Le dispararon por primera vez. Vio morir a personas cercanas. Tuvo miedo. Pero logró cubrir las caídas de las ciudades del norte: Kirkuk, Mosul, Tikrit. Y obtuvo una exclusiva: los ajusticiamientos de los generales del partido Baas, en Kirkuk.

Lejos de asustarlo, Irak esculpió su fuego interno y lo convirtió en el reportero de guerra que es y que desde hace seis años cubre los conflictos más importantes del planeta. Ha estado cinco veces en Irak, seis en Afganistán y ha cubierto las guerras en Cachemira, Pakistán, Sudán y Darfur. Su última hazaña fue este año: pasó diez días con los guerrilleros de las FARC, en el estómago de la selva colombiana. Y lo cuenta con la sencillez de los tipos grandes, ahora tranquilo desde su casa en Artajona, un pueblo de 1.700 habitantes, al que siempre vuelve para descansar de sus batallas. Allí no es el reportero de guerra que da entrevistas, sale en la televisión y escribe en los diarios, sino el hijo de un simple agricultor.

Todo empezó a los 18 años, cuenta David, cuando decidió estudiar periodismo. “Tenía una preocupación humana más que periodística y el sueño de viajar a América Latina. Quería ir a cavar letrinas, o lo que fuera”. Entonces, empezó a mandar mails a cuanto diario sudamericano pudo para pedir una oportunidad de hacer pasantías. El único que le contestó fue El Liberal, de Santiago del Estero, una de las provincias más pobres de Argentina.

Su primer reportaje consistió en investigar una denuncia: si era verdad que los enfermeros de un hospital psiquiátrico violaban a los pacientes. David, que no sabía un ápice de periodismo, sintió como si le mandaran a darle un mensaje a García: “vaya e investigue”.

“Iba con otro compañero, él se encargó de las fuentes oficiales y tal, y yo entré a hablar con los locos”, se acuerda. “Si hubiera estado en España haciendo prácticas, seguramente habría hecho la crónica de las fiestas de un pueblo. Y el periodismo no me hubiera atrapado tanto como me atrapó. Pero aquella crónica me marcó. Entonces, supe que era lo que quería hacer toda mi vida”, dice.

Cuando se graduó de periodista montó en ese mismo diario una unidad de investigación que destapó cloacas tan fétidas que desató la caída del gobierno de la provincia (eran los estertores del menemismo, a inicios de este siglo). Llegaron las presiones, las amenazas de muerte, y el diario puso fin a las publicaciones. David volvió a España. Se enroló en La Voz de Galicia. Y llegó el 11 de septiembre.

El navarro empezó a hacer reportajes sobre el régimen talibán, sin moverse de la redacción. Esperó, esperó, hasta que llegó la gran oportunidad: la posibilidad de un viaje a Afganistán para ver a las tropas españolas. Ese primer contacto con la realidad de la guerra lo armó de valor para cubrir luego Irak. Para él, esto no es un tema de tener o no “cojones”. “Se trata de que te importe la gente, de ponerle cerebro a la historia y corazón para tener empatía y darse cuenta de lo que a ellos les pasa”.

Y es que lo suyo no es solo salir a cazar historias. Hay todo un significado humano en lo que hace. “Cuando uno va un sitio como estos y ve lo que ve, uno se siente ridículo, se siente muy pequeño. La libertad que siento es que mi ego desaparece. Hay mucha libertad en olvidarse de uno mismo y preocuparse más por otros”, reflexiona David y suena como en un eco la voz de Ryszard Kapuscinski, con esa misma tonalidad sencilla y esa visión antropológica del periodismo que, como a él, lo llevó a exponer su vida para contar el drama de la gente que vivió las guerras en África, Asia y Latinoamérica.

David regresó en marzo de este año a este continente, específicamente a Colombia, luego de que un día su editora le dijera: ¿por qué no entras a las FARC? Él, como siempre, alistó maletas. Y se instaló en Bogotá para armar la telaraña de contactos.

Era el sábado 1 de marzo y estaba en un departamento, en Bogotá. Esperaba una llamada. Esa que luego de semanas de esperas e intentos fallidos le avisara que al fin podría entrar en el campamento. El teléfono sonó, y Beriain preguntó: ¿cuándo lo hacemos? La voz del otro lado le dijo: nunca. Mataron a Raúl. Reyes, el ex líder de la guerrilla, era el vínculo que tenía el periodista para entrar a las FARC. Muerto él, le tocó esperar.

Pero tres semanas después, sin equipo de apoyo, y luego de dos días y medio de viaje por el laberinto de la selva, logró convivir con los guerrilleros del bloque del Magdalena Medio, comandado por Pastor Alape. De allí nació la serie de reportajes “Diez días con las FARC”, publicado por adn.es. Pero ¿hasta qué punto el contar las historias de la gente justifica que arriesgues tu vida? Beriain lo tiene claro: “Que yo esté a punto de morir o no, no es relevante, porque, de hecho, ha habido mucha gente que sí ha muerto con historias más dignas que la mía. Las historias de los otros, eso es lo realmente importante”.

(Este texto salió publicado en 2008, en diario El Telégrafo. La entrevista a David Beriain la realicé por teléfono). También, aparece en mi libro de crónica Vivir para Contar (Academia Editores, 2019), en el Capítulo I: ¿Cómo encontrar al personaje perfecto?

 

Más sobre David Beriain:

 

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