(Fragmentos)

Memorias de amores a gatas,
Danzas de los encandilados
Somos la mar de pulpos ansiosos
Frutos del mismo árbol envejecido y austero
¿Por qué preguntas por las huellas en mi espalda?
Son sacudidas acuosas, eternos movimientos y derrames
Leche de dioses enjaulados.
Cabalgas sobre mí y yo en la luna
Descamisado y sabio como el sol, violento y amordazado
Con los miedos puestos y los misterios al viento,
Con los nervios deshechos, remeces mi tierra,
Los dientes afilados, la barba ensortijada,
Flotas en mis silos líquidos y dulces,
Como el tiempo en las eras de la sal.
Las angustias se me caen de las manos,
Corro por tu anatomía
Como una serpiente que baila y te devora,
Mientras tus aromas se mecen en mi pelo,
sandías crecen de mis pezones,
lunas nacen de tus orejas,
violas tocan para nosotros,
comes pan de mi boca,
Y zurces con mis hebras tus medias rotas.
Pones tu cabeza entre mis labios más remotos,
Danzas en mi espalda.
Maúllas en la mitad de mi ombligo.
Me secas antes de que me disuelva,
Y respire por última vez.
Intuyo que tu voz es el silencio
los ecos de tu pelo ensortijado me caminan
por las noches
Bordeo tu deseo tratando de atraer el caos
Hecho para nadie, el encierro
Ni para los animales de dos patas
Ni para los leones que desgarran carne y entrañas
Pero quiero tu encierro en mi oquedad
Y tus llaves perdidas en el filo de mis honduras
Quiero la cárcel para tus astas y colmillos
Y amarras para tus intuiciones, tus músculos, tu ardor.
Tu esperma dorado de pájaro suicida
Cae entre mis poemas,
Desde el sol, flota bajo mi vientre.
Un amén, dos silencios.
Has dicho que soy mil mujeres juntas
Caderas y ataduras rotas,
cabellos de sangre negra, mentes trasnochadas
Provistas de jadeos sordos
Que hablan lenguajes oníricos
Plantas desgarradas, sudando en la niebla
Sin zapatos que ponerse en los vidrios.
Soy mil mujeres golpeándose el pecho tres mil veces
Entretanto que despeinan las visiones
De sus hombres ebrios, hombres de hojarasca.
Y con tu espíritu converso
Único oidor de mi letanía
Mientras te resbalas de la escalera de madera
Que en uno de mis cuerpos construiste
Te has caído de mí
Intento hecho de lujuria y palabras
Que no pudo juntar los retazos de mi nombre.
No hay que dar voces,
poemario ganador del Primer Lugar de la VII Bienal de Poesía Ecuatoriana, Ciudad de Cuenca, 2010.