Porno made in Ecuador


(Texto publicado en la revista Mundo Diners, 2009)

porn

 


Pablo es gordo, retaco y tiene facha de rockero preadolescente. Nadie se imaginaría comprar una película porno en la que, en lugar de un robusto moreno, apareciera él. Disfrutar de verlo en acción se me hace casi tan imposible como hacerlo viendo las películas del feo Torbe, el rey del 
porno-freak español, o las del anciano de 73 años Shigeo Tokuda, el actor porno más viejo del mundo. Pero lo cierto es que Pablo ha protagonizado no solo uno, sino ¡cinco filmes XXX!, en Guayaquil.

Situémonos. Esta historia no se trata del pornostar system, que arroja a borbotones películas con rubias y morenas despampanantes y actores no solo de físicos perfectos sino también dueños de cerbatanas. No. Se trata de la única pornografía que existe en Ecuador: la amateur y la producida con bajísimo presupuesto que se distribuye, sobre todo, por Internet.

La hazaña de Pablo, este chico de 23 años, guayaquileño, que no pasa del metro 65, empezó cuando, afanado por reunir dinero para pagar sus estudios de Medicina, contestó un aviso en la web que pedía actores porno. Él envió sus datos y una foto de cuerpo entero, y pronto lo llamaron para una entrevista personal que se hizo, para más datos, en una casa en Samanes, al extremo norte de la ciudad.

Allí, una chica le preguntó sobre su vida y le pidió que “le enseñara el miembro” –aunque no le pidieron prueba de VIH ni le hicieron preguntas acerca de drogas-. Luego le pidió que le contara el porqué estaba interesado en ser parte de la película. “Por dinero”, contestó, sin ambages. Le ofrecieron cien dólares por cada filmación. Que sí, que sí, dijo Pablo.

Lo llevaron a una casa vacía en el sur. Allí había cuatro chicas “con ropas diminutas” y “dos tipos más, en boxers”. Las chicas tenían 16 y 17 años, eran morenas de pelo lacio, y venían de Pedro Carbo, Daule y del sur de Guayaquil. Una de ellas era virgen, pero las demás ya eran expertas en hacerlo”, cuenta él acerca de su primera experiencia.

Dice que les ofrecieron cerveza, pero ninguno de los chicos tomó. Solo ellas. “Vi que en las cervezas pusieron una pastilla que hizo que las chicas se excitaran de una forma desesperada. Entonces, fue el momento”. Cada uno cogió a una chica y se fueron a los cuartos. Por los cien dólares, ellas debían tener sexo oral, anal y vaginal. Pablo dice que las cinco veces que lo hizo usó condón. No sabe nada del resto.

Luego me dice, como si hablara con una conocedora: “Y usted sabe que los que graban también hacen su parte”. Y yo: ¿qué, también tenían sexo? “No, solo se masturbaban y terminaban en la boca de las chicas”.

Entonces, me acuerdo de la famosa frase de Woody Allen: “el sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír”.

 Cuando lo iba a hacer por sexta ocasión, quien organizaba la sesión sexual ya no era una chica sino un hombre que le pidió “otras cosas”. Entonces decidió retirarse, y dejó de “actuar”, pero no el mundo del porno que le encanta. Ahora es un traficante de pelis caseras que obtiene de forma clandestina, y también, de vez en cuando, le cumple la fantasía del ménage à trois a parejas; y deja que lo filmen.

En el mundo del clasificado por Internet es fácil encontrarse con mensajes como este: “En Cuenca, buscamos chicas de 18 a 35 años que deseen incursionar en el mundo del porno amateur”. O el opuesto: “Hola, deseo ser actor porno, tengo 18 años, y vivo en Quito. Quiero hacer porno con mujeres, no importa el salario ni si es con mayores o menores”. Contesté algunos mensajes y comprobé que para estos ‘empleos’ a uno le contestan más rápido que si dice que es un graduado de Harvard.

Lo que también crece son los blogs de porno nacional. Hay, al menos, seis que actualizan constantemente: elmanaba.blogspot.com, despelote.forumfree.net, dtire.forumfree.net, elbarrio.forumfree.net, ecuatorianas-desnudas.blogspot.com y ambatospy.blogspot.com.

La historia se la sabe completa el mentor del primer blog porno del país: el famoso –entre los asiduos a la pornografía- “manaba”, que ahora se ha vuelto tan ecléctico y sube hasta notas de política, aunque su esencia siga siendo el sexo

Era 2003 cuando empezó a publicar en su blog relatos de experiencias sexuales que él define como “peculiares”; “y al poco tiempo se enlazaron páginas de España, México, Argentina y fue un éxito. Me llamo la atención que las chicas nos enviaban sus historias. No es común que las mujeres cuenten anécdotas sexuales en público, y eso atraía a más gente. Luego empezaron a llegar las fotos y los vídeos”, se acuerda.

El siguiente paso fue subir fotos de chicas “en bolas” de revistas como Playboy o Interviu, o del periódico The Sun. Pero, ¿cómo es que se distribuye el material porno nacional, y a dónde van a parar las películas que filmó Pablo?

Pareciera que casi todo se comercializa virtualmente. “No hay una industria del porno en nuestro país, pero hay sitios en Internet que venden internacionalmente las fotos y películas de chicas de acá, así como los vídeos del making of”, contesta el Manaba.Y Pablo da otro dato: “Unos los negocian con señores de dinero, y otros los mandan fuera del país. Por un vídeo casero cobraran 20 dólares y si llevaban dos se los dejaban en 35”.

La mayoría de los vídeos son “iniciativas amateurs”. Es decir: una pareja tiene sexo, se filman con una pequeña cámara o con el celular, el chico lo muestra a sus amigos y estos lo pasan por e-mail, y así se propaga y llega a los foros y blogs. Hay grupos, también, que organizan fiestas swingers y orgías y que graban vídeos para luego comercializarlos, dice “el manaba”.

Pero muchos de los vídeos y las fotos se hacen públicas sin el consentimiento de las chicas, pues son enviadas por “cachudos” con anhelos de venganza. De esto sabe de sobra el pornógrafo ambateño, residente en Quito, que tiene uno de los blogs más visitados: ambatospy.

Dicen que el ocio es la madre de todos los vicios. Y por puro ocio se metió este ingeniero electrónico en el mundo del porno. Se había graduado en la universidad, estaba desempleado y le gustaba mirar pornografía por Internet. Entres otros, era un fan del “manaba”, a quien se propuso no solo imitar, sino superar.

Convencido de que esto del porno amateur era un éxito porque “tiene ese encanto de que no es preparado, y todo surge de forma natural, sin poses y sin mujeres u hombres fuera de lo común”. Mientras que lo profesional es todo lo contrario: “mujeres muy guapas, hombre bien dotados que hacen todas las posiciones, eso casi nunca pasa”.

Y se enorgullece en decir que “con el tiempo y las aguas el blog se ha hecho conocido”, y que semana tras semana le llegan fotos de mujeres desnudas, sexo explícito y vídeos.

Pero casi ninguna de las fotos o vídeos que sube tienen el consentimiento de las mujeres. “La mayoría son de ex enamorados que han sido engañados. De esa manera se vengan”. Las únicas que se dejan ver desnudas son las scorts (prostitutas que fungen de acompañantes).

Por esto fue que “el manaba” paró de subir fotos de ecuatorianas. “No solo que aquí es muy difícil conseguir fotos de chicas desnudas, sino que también tuve reclamos por unas fotos del blog. La persona que me las envió me rogó que las borrara porque se habían enterado los padres de la chica. Ahí me puse a pensar que la idea del blog era entretener y no afectar a la imagen de nadie. Eso nos significó una baja en las visitas, pero prefiero estar tranquilo”, cuenta.

El ambateño tiene conflictos siempre. Justo cuando lo entrevisté, una ingeniera agrónoma (graduada en la Zamorano) lo amenazó con denunciarlo si no quitaba las fotos que había subido de ella. “También por las fotos de la “china Suárez fui amenazado y las tuve que quitar, lo mismo con la “reportera del drama” (María Sol Galarza). Pero eso sí: yo tengo publicado el mail para que cualquier persona que se sienta ofendida me lo haga saber y quitar sus fotografías”, trata de justificarse. Pero no se abochorna, por el contrario, está orgulloso de haberse hecho conocer en el mundo del porno amateur. “Para eso creé el blog”.

Pero una cosa es en Internet, y otra en la calle. La selva caliente que es la Bahía de Guayaquil no es tan caliente como podría pensarse. Recorro sus vericuetos diciendo que busco películas “eróticas” –un eufemismo para no decir lo que de verdad busco: porno puro y duro. Y cuando encuentro dvds piratas con mujeres desnudas en la tapa, pregunto ¿tiene de estas, pero hechas aquí, en el país? “No, niña, eso no tenemos, pero tenemos esta”, me dice un vendedor y me muestra las enormes tetas de un par de rubias. No. Busco películas nacionales, porno criollo, cholas ecuatorianas no gringas.

No, no, eso no hay”, es la respuesta que se repite. Y parecen tener razón, porque me meto en cuanto escondrijo tiene este supermecado de productos falsetas y no encuentro una sola producción porno nacional.

Pero no soy solo yo. Hay un experto en el tema que tampoco dio pie con bola.

Se trata del cineasta Miguel Alvear, de Quito, quien trabaja en un proyecto documental sobre los productores marginales del país. Y ha encontrado de todo: desde uno que hace cine evangélico en un pueblo de la Costa (tipo Jesus’ Camp criollo), pasando por un cineasta indígena que rueda pelis en kichua, hasta otros que montan películas en Durán, Milagro, Chone y Manta. Ha encontrado de todo en este nuevo Bollywood. Todo menos un productor de pornografía. Y eso que ha recorrido pueblos y ciudades.

¿Y por qué nadie lo hace? “Por un lado, no sé si será negocio con toda la piratería que hay, en cualquier ciudad del país uno puede encontrar porno por un dólar; y por otro lado creo que esta sí es una sociedad mojigata”, responde Alvear.

Él ya había dado con un productor en Guayaquil, que misteriosamente desapareció. Su sitio se llamaba travesuraseroticas.com, y allí había la posibilidad de comprar porno colombiano, argentino y ecuatoriano. “El ecuatoriano era el más barato”, se acuerda y lo más probable es que la razón sea que fue el peor hecho.

No creo que sea un buen negocio hacerlo y venderlo aquí, es posiblemente más rentable venderlo fuera, porque vender un dvd a un dólar no cubre los costos de producción”, dice.

Pero Pablo, el frustrado porno star, no se quedará con las ganas de protagonizar una gran producción porno, ese es su sueño. Él piensa igual que el viejo Tokuda, que dijo: «antes tenía un trabajo de 9 a 17 horas, pero con este trabajo disfruto más y quiero seguirlo haciendo lo que me quede de vida”.